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sábado, 26 de mayo de 2012

Gibb + Gibb + Gibb = Bee Gees


      
      Esto empieza a parecerse a un obituario en vez de a un blog, debe ser cosa de la edad: tus ídolos van desapareciendo. Lo malo es que esto no es  más que un adelanto de lo que está por venir.
      El 20 de mayo leo en los periódicos que Robin Gibb pasó a mejor vida,  y me doy cuenta que ya solo queda entre nosotros uno de los musicales hermanos Gibb, más conocidos por todos como los Bee Gees.
      Yo como espíritu curioso que soy, hace tiempo que me tenía empapada su biografía: nacidos en una pequeña isla británica, la Isla de Man, Barry, Robin y Maurice  emigran a Australia siendo unos niños, hacen sus primeros escarceos musicales en nuestras antípodas, entre canguros y koalas, logrando cierta popularidad y regresan a su Inglaterra natal para dar otro salto de charco y  plantarse en los EEUU a mediados de los 60, vamos, son lo que se dice un culo inquieto.
      Leo de sus primeros éxitos, a la sombra de los Beatles, y es verdad que muchas de las canciones, de su primera época, son verdaderos clásicos de la música popular, esas que has oído mil veces y no sabes como, cuando, donde, ni porqué, léanse: Massachusetts o To Love Somebody entre otras.
      Tras unos años de triunfo juvenil, viene la inevitable caída, los ídolos de la música suelen ser fugaces: crisis existenciales, resacas creativas, discrepancias personales, evolución y cambio de estilo, siempre bajo los auspicios de su productor-mentor Robert Stiwood, artífice de su posterior encumbramiento global.
      Y de golpe me planto en la primavera de 1978. Imaginaos: El Puerto de Santa María, Feria del Vino, un joven e inexperto pre-adolescente espera, ficha en mano, a pillar turno en los coches de choque del recinto ferial. Para amenizar la espera suenan los éxitos del momento, y de repente: . . . “when you can tell . . . etc . . . hasta la llegada de un pegadizo estribillo . . . ah, ah, ah, ah . . . staying alive, staying alive
. . . ¡¡Que canción tan chula!!, ¿Quienes serán estas chicas?


      La canción, desde entonces, no parará de sonar, durante meses, en mis, siempre sintonizados, Cuarenta Principales, pero no eran unas chicas las que cantaban sino tres tíos, y dos de ellos barbudos para más INRI. Ahí conocí yo a los Bees Gees, y ¡vaya si los conocí!. La canción era parte de la banda sonora de Fiebre del Sábado Noche, la película que había que ver o había que ver, así que fui a verla ese verano en Madrid, al, entonces cine Lope de Vega, cuando los cines de la Gran Vía eran sinónimo de ¡CINE!, así con mayúsculas y como suena, ¡todo un lujo!
      La película no me gustó nada: familias mal avenidas, precariedad económica, suicidios, peleas y decepciones vitales varias, demasiado serio para mi mentalidad de entonces; pero la música, eso era otra cosa.
      Fiebre del Sábado Noche fue el primer disco doble que compré con mi dinero, un esfuerzo que me costó meses de ahorro y me pareció que allí había mucho relleno. Los que molaban, de verdad, eran los Bee Gees, con un LP simple hubiese sido suficiente.
      En mis años de aficionado a la música y al cine debo decir que creo no haber conocido un fenómeno igual como el de Fiebre del Sábado Noche. Lanzó a John Travolta, su protagonista, a un estrellato inusitado, no era un famoso más, era un patrón a seguir. Mi amigo Mariano, sin ir más lejos pasó a ser mi amigo Mariano-Travolta, y no fue el único. Se imitaron sus andares, sus modales, sus maneras, su ropa, su peinado, sus bailes; la travoltamanía caló en lo más profundo de muchos corazones que se vieron reflejados en el personaje.
      Los otros grandes beneficiados del huracán del Sábado Noche fueron los Bee Gees. En la portada del doble disco, reinaban triunfantes vestidos de blanco y sonrientes. Como sabíamos que eran hermanos era evidente que el mayor, Barry, se había llevado, de golpe, todos los genes buenos de la familia, pues era más alto, más guapo, más “paquetudo” y más todo que los otros dos, que se quedaron en más bien poquita cosa. Además era la voz cantante, y en ¡¡falsete!! . . . ¡toma ya!
      Night Fever, How Deep is Your Love, Should be Dancing y alguna más, llegaron a lo más alto de las listas de éxito y del inconsciente colectivo. Lograron una obra maestra irrepetible, y fue una obra maestra porque tuvieron muchas obras alumnas, incluso los Rolling Stones se lanzaron al falsete, como si de unos Farinelli del rock se tratara, con su Emotional Rescue, a la estela de las super-ventas travolteras.
      En España apareció un grupo oriundo de Italia, los New Trolls, que interpretaron, nada mal, por cierto, dadas las circunstancias y el presupuesto, la banda sonora del remedo nacional del Sábado Noche. Nunca en Horas de Clase, se llamó el experimento, y uno no puede decir que lo ha visto de todo hasta no haber visto esta cinta. La expresión ¡ver para creer! se queda corta ante la experiencia de su visionado. La imitación-plagio del estilo Bee Gees
es pasmosa; las coreografías discotequeras de la película son otro cantar y entran directamente en la categoría de los despropósitos más desproporcionados del cine patrio.


      Tras la resaca discotequera, los tres hermanitos Gibb se alían con Peter Frampton para destrozar el Sargent Pepper beatleniano, vía versión cinematográfica; su banda de corazones solitarios se queda más sola que nunca ya que nadie va a ver la insufrible adaptación de tan magna obra, bueno, yo sí, y es que, a veces, ¡tengo un estomago!



      El tremendo tropezón queda pronto olvidado recuperándose con el siguiente disco, Spirits Having Flow, y como verdaderos espíritus aparecen en la portada de susodicho, entre flous rojos y amarillos, melenas y barbas al viento, cual anuncio de laca, estilo David Hamilton, se tratara y rostros de no haber roto un plato en sus vidas; un estilismo infernal para un titulo celestial, que arrasa a los compases de Too Much Heaven (cediendo sus royalties a Unicef, la sonrisa de un niño bien lo vale),  Love You Inside Out y la marchosa Tragedy. Este disco tuvo en España, casi, más repercusión que el Sábado Noche
. Yo, ya, no tuve presupuesto para comprármelo, pero mis amigos me lo dejaron en numerosas ocasiones.

      Cuando se llega a lo más alto, bajar es el único camino posible pero la caída desde un triunfo tan universal puede ser de lo más fructífera. A partir de entonces, juntos o por separado los Bee Gees siguieron cantando, componiendo y colaborando con nombres tan ilustres como Barbra Streisand, Dolly Parton, Kenny Rodgers, Diana Ross, Dionne Warwick y un largo etc . . .
      Intentaron repetir el triunfo del 78 con la segunda parte del Sábado Noche, titulada, como no, Staying Alive, pero aquello fue un espanto donde un Travolta, hiper-musculado, se pasa el metraje dando saltos en taparrabos, rallando el ridículo en todo momento y nuestros hermanos favoritos entonando unos cuantos temas mucho menos inspirados que los anteriores.




      Vivieron la ascensión y caída de su hermano Andy, prematuramente malogrado por el abuso de estupefacientes, pero eso da para otro artículo. Y continuaron con éxitos aislados: You win Again, The Woman in You, He’s a Liar . . . 
      Ya, solo sobrevive Barry, el primogénito de buenos genes y gran favorito de mi hermana en su época de macizo, jamonazo y melenudo.
Farrah, Donna, Bobby, de Boney M, Robin y Maurice, . . . entrar en la sesentena está siendo catastrófico para los ídolos de mi juventud. Menos mal que aún me quedan Frida y Agnetha, pero no lo diré muy alto, por si acaso.



miércoles, 23 de mayo de 2012

La prima Donna de la "disco"


      
      Fue la reina indiscutible de la música disco y  una de las vocalistas más populares y vendedoras de la segunda mitad de los 70. Su tremenda voz marcó a toda una generación de bailones en las discotecas de medio mundo. Yo viví su época de esplendor siendo rendido admirador de su arte. Pero hagamos un poco de historia.
      LaDonna Adrian Gaines nació en Boston en 1948 y su historia parece sacada del guión más típico, y tópico, de “la chica pobre que llegó a estrella del show-bussines gracias a su tesón y algo de suerte”.
      Se formó, musicalmente hablando, en la iglesia de su barrio donde empezó a cantar en el coro parroquial, destacando, prematuramente, por sus portentosas cualidades canoras. Pero la niña de origen humilde nos salió rebelde y, ya, de adolescente, se vio que sus gustos iban por otros derroteros menos espirituales, haciendo sus primeros pinitos profesionales como vocalista en grupos de rock  y modernidades por estilo, hasta que se enroló en la troupe teatral de la gira europea del musical Hair, uno de los éxitos del momento.
      En Europa encontró el amor y se casa con Helmut Sommer de quien adoptaría su apellido, sensiblemente modificado, para darse a conocer artísticamente con el definitivo nombre de Donna Summer. Tras unos años de trabajo en la Vienne Volksoper, donde se hartó de hacer musicales, es descubierta por un par de avispados productores Pete Bellote y Giorgio Moroder que la contratan como cantante para sus experimentos musicales destinados a las pistas de baile.
      El primer trabajo surgido de tan bien avenido trío es un éxito rotundo y su impacto, inmediato y certero; el single Love to Love You Baby
se convierte en uno de los temas más vendidos del año, amén de levantar un autentico revuelo por lo “orgásmico”  de su interpretación. No en vano Donna nos ofrece a la largo de los 17 minutos que dura la canción todo un arsenal de gemidos y susurros de lo más provocadores. Reconozco que a mi me encantaba la canción, pero del rollo del orgasmo y todo eso, no me di ni cuenta. Aunque la portada del disco no dejaba lugar para la duda: la chica se lo estaba pasando bomba.
     




      I Love You, I feel Love, Our Love  y demás títulos por el estilo, continúan la línea erótico-festiva que tan buenos resultados comerciales les están dando: ritmos pegadizos, interpretación extremadamente sensual y unas portadas tan vistosas como extravagantes que acaban por convertirla en el máximo mito erótico de la música de color.
      A un ritmo de dos LPs por año, algo impensable hoy en día para ningún artista, y con títulos tan “amorosos” como A Love Trilogy o Four Seasons of Love, regresa triunfalmente a su país natal en 1978, ya convertida en una estrella por derecho propio.
       Gana el Oscar a la mejor canción del año con el tema Last Dance que interpreta en la película ¡Por Fin Ya es Viernes!, horripilante bodrio fílmico-discotequero que intenta prolongar el éxito de Fiebre del sábado Noche sin ningún pudor. Yo me la tragué una tarde de domingo y con muy buen criterio, salí espantado de la sala, con cara de “no me lo puedo creer”, pero tarareando la cancioncita.
       La racha de éxitos continua con McArthur Park y, sobre todo, con Bad Girls, el mejor trabajo de su carrera, un disco redondo, y no me estoy refiriendo a su forma, ja, ja,ja, . . .  donde, desde otra portada despampanante, en la que aparece como una buscona insinuándose junto a una farola, cantó aquello de Hot Stuff, “temazo” que volvería a conocer el triunfo, años después, desde la cola del paro de los Full Monty.
   

   
      Su status de diva de la canción quedo sellado al medirse, de tú a tú, con la mismísima Barbra Streisand en el mejor momento de su carrera. Su duelo interpretativo del tipo: “a ver quien grita más” se saldó con un empate antológico que hizo bailar a las plateas de medio mundo al conjuro de Enough is Enough, a la vez que nos prometíamos, entre desgañite y desgañite, no derramar más lágrimas. La fotografía de tan histérico dúo dándose la espalda, pelo afro en ristre, no tiene precio . . . es un autentico icono de la época. 
       


      El cambio de década no le sentó nada mal a la estrella y cada paso que daba asentaba, aun más, su trono discotequero, ya fuera desde lo alto de una radio de la post-guerra, otra portada emblemática, en On The Radio o como una vagabunda, no muy creíble, que, ya, empezaba a sonar de lo más “ochentera” en The Wanderer.
      



      Continua su metamorfosis aliándose con Quincy Jones, el productor de Michael Jackson, para sonar igual que su pupilo en Love is in Control, pero nos gustaba más cuando sonaba a ella misma, y todavía tiene tiempo para tener una niña, la segunda, mientras nos asegura que trabaja duro para ganar dinero en She Works Hard for The Money, ataviada con las galas de la camarera más sexy de la música disco. Otro tema que desgasté, de tanto bailarlo, el verano del 83 en mi pueblo.
      



      Todo apuntaba a un reinado casi-eterno o, al menos, con cuerda para rato, cuando se produjo uno de los episodios más extraños y controvertidos de su trayectoria. Cansada de tanto ajetreo y tras ciertos coqueteos con la drogas, Donna supera una profunda depresión reencontrándose con el cristianismo en su vertiente más “carca” y reaccionaria. Fue entonces que se le atribuyeron unas lamentables declaraciones acerca del SIDA que ella consideraba un castigo de Dios a los excesos de la disoluta vida de los  homosexuales, ¡cuánto daño hacen algunas creencias! El tsunami mediático que produjeron esas palabras hizo que la comunidad gay, su público mayoritario, le diera la espalda. Hubo retirada organizada de sus discos en muchas tiendas y su desaparición de los hit-parades fue inmediata.
      Aunque Donna ha manifestado, reiteradamente, que ese episodio jamás se produjo, la sombra de la duda no ha dejado de planear sobre aquello y  los intentos posteriores de revitalizar su carrera no fueron todo lo fructíferos que hubiera deseado.
      Pese a todo volvió a conocer éxitos como This Time I know it’s  for Real, con los inefables productores Stock, Aitken y Waterman , paradigma del sonido disco de los ochenta, y parecía que escuchábamos a una Kylie Minogue con más voz, o a un Rick Asley versión “negraza”, pero, igualmente, esa no era nuestra Donna de toda la vida.
      Re-regresa, por enésima vez, desplegando poderío en su discotequera versión de la empalagosa Con Te Partiro del tenor ciego Andrea Bochelli. Y continua lanzando algún que otro éxito, como Love is the Healer, pero nunca del calibre de los de antaño
      Su muerte el 17 de Mayo de 2012 víctima de un cáncer de pulmón, pilla de sorpresa a una buena legión de seguidores. Pero, ¡si aun no nos habíamos recuperado de la desaparición de Whitney Houston!
         Para el recuerdo, siempre nos quedará su voz y ese estilo inconfundible, banda sonora de otros tiempos, tan lejanos en el tiempo y tan cercanos en mi memoria.