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sábado, 8 de septiembre de 2012

¡¡Que la Fuerza nos acompañe!!


   
     Finalizaba el verano de 1977, cuando en uno de esos telediarios que te tocaba ver cuando comías en familia, los sábados, y se veían las noticias, porque se veía lo que quería el padre, que para eso llevaba el dinero a casa y trabajaba mucho, anunciaron un adelanto sobre el cercano Festival Internacional de Cine de San Sebastián (nada de Donosti, en aquel entonces era solo San Sebastián). Como era curioso y cinéfilo, la noticia me interesó, y ¡zas!, de pronto, unas imágenes de una nave espacial volando por espacio y un anuncio: la “premier” de una cosa llamada La Guerra de las Galaxias, que luego, para otra generación, sería Star Wars y sus episodios I, II, III y así hasta VI, en números romanos y como suena, pero eso sería con el paso del tiempo, ahora era solo La Guerra de las Galaxias, titulo español nada acertado, por cierto, pues ahí nunca hubo galaxias que lucharan en sí, ni nada por el estilo, sino una rebelión, bastante chapucera, por cierto, que ganaba batallas de pura casualidad.
     El tema me enganchó de inmediato, la ciencia ficción era, sin duda, mi género favorito, y más por aquel entonces que estaba enganchado a un bodrio televisivo, que a mí me parecía lo más, llamado Espacio 1999 donde La Luna se había salido de su órbita por culpa de una explosión atómica en la Base Lunar Alfa, una especie de almacén de residuos nucleares infalible, que mira tú por donde falló, lo mismito que Fukushima o Chernobil y cruzaba el espacio sideral topándose en cada episodio con seres alienígenas de lo más amargados y hostiles. Tan insuperable argumento estaba aderezado por una interminable lista de monstruos y personaje de los cuales destacaba Maya, una atractiva extraterrestre “metamorfa” de cejas trenzadas que podía transformarse en cualquier cosa que le antojara si la ocasión de peligro lo requería (ejemplo: si Rajoy fuera “metamorfo” se transformaría en Merkel, pero nunca ocurriría lo contrario).


     El empacho semanal de aventuras espaciales sucedía cada miércoles y había que retener el argumento de lo visto para poder rememorarlo el fin de semana, en la calle, con los amigos. Cada cual teníamos un personaje de la serie, yo era el capitán, como no, aunque prefería a la “metamorfa” y el resto de compañeros tenía el suyo.
     Esas Navidades, manteniendo la tradición familiar, mis padres me llevaron a Cádiz a ver la película del año: letras que se perdían en el espacio anunciando una rebelión a golpe de fanfarria sinfónica, princesas secuestradas, héroes rubios como la cerveza, maestros místicos con poderes mentales, robots descerebrados, contrabandistas picarones, monstruos peludos, un malo, malísimo, negro como el azabache y con serios problemas de respiración, espadas luminosas, naves espaciales que van a la velocidad de la luz, agotador, allí había de todo, y todo bueno.
     Quienes me conocen, saben que no exagero cuando digo que aquello me transformó. Me compré los “comics” y la novela que adaptaban la película, hice el álbum de cromos hasta completarlo, como la banda sonora era un disco doble que se me salía de presupuesto me tuve que conformar con la versión discotequera de la misma, que era un disco sencillo de un tal Meco donde tras una inenarrable portada se escondía un igualmente inenarrable contenido sonoro, me convertí en semanal lector de la revista Lecturas para hacer la colección de “posters galácticos” que se fueron publicando durante varios meses, conseguí, de casualidad, un libro que hablaba del rodaje de la película y demás anecdotario y allí me enteré que en los USA se vendían toda clase de cachivaches (naves, muñecos, etc…) que yo no iba a poder tener, así que me los fabriqué, y, en cartulina, pinté robots, naves espaciales y muñequitos, que aún conservo.



     También me presenté a un concurso de redacción, que gané, y cuyo premio eran unos vasos de “cocktail” y unos “postres” exclusivos de La Guerra de las Galaxias, extraña combinación, sí, pero ese era el premio. Por cierto que mi redacción iba sobre una familia que tenía que emigrar a Alemania por que aquí no había trabajo, profético resultó el asunto, nada de ciencia ficción, eso era realismo puro y duro.
     No revelo nada nuevo si digo que el éxito de esta película genero segundas y terceras partes, pero a mí ya me pillaron a traspiés, es decir, con esa edad en la que no eres ni niño, ni mayor, pero crees que eres lo segundo, en fin. . . Con esto ocurrió que cuando se estrenó El imperio Contraataca, segunda parte de mi película favorita, que me encantó, tanto o más que la primera, ya no pinté muñequitos, ni escribí redacciones, ni tan siquiera hice el álbum de cromos, que por cierto ahora anda cotizadísimo en cualquier subasta de internet que tengas la suerte de encontrar, porque se ha convertido en un rarísimo objeto de culto. Algún buen amigo, de entonces, tuvo la tremenda suerte de tener hermanos menores, no fue mi caso, con lo que pudo hacer el indecente paripé de coleccionar los cromos hasta completar la maravilla  que era el mencionado álbum para su hermanito. . . ¡qué suerte! y ¡qué envidia, de la mala!
     Para tercera parte de la saga, El Retorno del Jedi, ya estaba en la Universidad, y aunque me gustó mucho menos, también la disfruté, ¡cinco veces!, en el cine, el mismo número de veces que las películas anteriores, soy muy pesado e insistente si algo me entusiasma, ¡vamos! que me “embuclo”.


     Como tengo alma friky, coleccioné los VHS y luego los DVD que visiono, periódicamente, a modo de metafórica vuelta a la infancia y a la inocencia perdida.
     Ahora, incluso, tengo una pequeña colección de muñequitos y un Halcón Milenario, regalo de mi hermana, pero nada comparable a mis dibujos en cartulina.
     He sufrido estoicamente las espantosas, bochornosas, incluso denunciables en juzgado de guardia, si se me apura, precuelas de tan magna obra inicial, para mí, como si no existieran, y he sobrevivido al disgusto.




     La princesa Leia está gorda pero creo que ha dejado el alcohol, Han Solo entró en la tercera edad sin quitarse un nada resultón pendiente que luce en la oreja izquierda, Luke Skywalker se destrozó la cara en un accidente de tráfico, un día descubrí que Darth Vader era ¡¡Constantino Romero!!, Obi-Wan Kenobi hace tiempo que no está entre nosotros, Chewaka, R2D2 y C3PO pululan de convención en convención, y sobreviven a base de firmar autógrafos, incluso Yoda, ahora, es digital, ¡puaj!, . . . y el mundo sigue girando. Y es que hace mucho tiempo en una galaxia lejana, muy lejana. . .  eran otros tiempos.
¡¡Que la Fuerza
nos acompañe!!