Fue en el año 1974 cuando, por primera vez, cayó en mis manos un disco doble, extraño y rockero, para mi mente de entonces, titulado “Jesus Christ Superstar”. Iba sobre los últimos días de la vida de Jesucristo, pero en clave de “musical moderno”. Me llegó de rebote, ya que, quien lo había conseguido era mi hermana, mayor que yo y por consiguiente más adulta y preparada para cosas tan avanzadas como aquello.
El disco era prestado, los amigos, en aquel entonces, nos los intercambiábamos por un tiempo, tú me prestas este y yo te dejo este otro, ya que no teníamos dinero para comprar todos los que quisiéramos.
Como las canciones eran en inglés y no se entendía la letra, pero se intuía que lo que se cantaba tenía cierto sentido, no hubo más remedio que ponerse a traducir. ¡Qué bien!, debieron de pensar mis padres, todo tan didáctico y tan práctico, dedicación a los idiomas sin tener que obligarles. Estas fueron mis primeras traducciones del inglés al español y mi primer revulsivo para aprender la lengua de Shakesperae.
Poco a poco se fueron editando más versiones del disco, que empezó siendo solo un disco, para luego ser adaptado a espectáculo de teatral y, ya, en plena fiebre rock-evangélica, inevitable y finalmente, llegó la película.
El film estaba protagonizado por el rubio Ted Nelly (que adornó muchas carpetas de adolescentes) en el papel de Jesucristo y por el actor de color Carl Anderson en el papel de Judas.
¡¡¡Un Judas negro!!!, la polémica estaba servida, y esta fue, solo, una de las muchas controversias que despertó el filme.
Cuando la película llegó a España ya se oían cosas muy raras sobre la misma. Que si Jesucristo salía vestido con tacones y maquillado como un travesti. Que si la acción se desarrollaba en una discoteca. Que si… La rumorología católico-integrista se disparó rápidamente y dio para todo tipo de bulos y figuraciones.
Al final, como siempre pasa, cualquier parecido entre la conjetura y la realidad era pura coincidencia. Una verdadera pena, porque seguro que la versión imaginada por las mentes de los “puros y limpios” hubiese sido, infinitamente, más perversa e interesante que el inocuo e inocente espectáculo que realmente se ofreció. Ni pintalabios, ni tacones, ni discotecas, aquí lo que había era mucho desierto, mucha túnica, muchas canciones y mucho rollo “hippy-pacifista”, muy de principios de los 70, eso sí.
La película, un verdadero acontecimiento cuando se estrenó, fue uno de esos regalos cinéfilo-festivos que mis padres nos propinaban en ocasiones especiales. Previamente, pidieron autorización al párroco del barrio, Don Ramón, ya que no sabían si la cosa era muy pecaminosa o qué…
El disco era prestado, los amigos, en aquel entonces, nos los intercambiábamos por un tiempo, tú me prestas este y yo te dejo este otro, ya que no teníamos dinero para comprar todos los que quisiéramos.
Como las canciones eran en inglés y no se entendía la letra, pero se intuía que lo que se cantaba tenía cierto sentido, no hubo más remedio que ponerse a traducir. ¡Qué bien!, debieron de pensar mis padres, todo tan didáctico y tan práctico, dedicación a los idiomas sin tener que obligarles. Estas fueron mis primeras traducciones del inglés al español y mi primer revulsivo para aprender la lengua de Shakesperae.
Poco a poco se fueron editando más versiones del disco, que empezó siendo solo un disco, para luego ser adaptado a espectáculo de teatral y, ya, en plena fiebre rock-evangélica, inevitable y finalmente, llegó la película.
El film estaba protagonizado por el rubio Ted Nelly (que adornó muchas carpetas de adolescentes) en el papel de Jesucristo y por el actor de color Carl Anderson en el papel de Judas.
¡¡¡Un Judas negro!!!, la polémica estaba servida, y esta fue, solo, una de las muchas controversias que despertó el filme.
Cuando la película llegó a España ya se oían cosas muy raras sobre la misma. Que si Jesucristo salía vestido con tacones y maquillado como un travesti. Que si la acción se desarrollaba en una discoteca. Que si… La rumorología católico-integrista se disparó rápidamente y dio para todo tipo de bulos y figuraciones.
Al final, como siempre pasa, cualquier parecido entre la conjetura y la realidad era pura coincidencia. Una verdadera pena, porque seguro que la versión imaginada por las mentes de los “puros y limpios” hubiese sido, infinitamente, más perversa e interesante que el inocuo e inocente espectáculo que realmente se ofreció. Ni pintalabios, ni tacones, ni discotecas, aquí lo que había era mucho desierto, mucha túnica, muchas canciones y mucho rollo “hippy-pacifista”, muy de principios de los 70, eso sí.
La película, un verdadero acontecimiento cuando se estrenó, fue uno de esos regalos cinéfilo-festivos que mis padres nos propinaban en ocasiones especiales. Previamente, pidieron autorización al párroco del barrio, Don Ramón, ya que no sabían si la cosa era muy pecaminosa o qué…
A pesar de que el tema iba sobre amor al prójimo y todo eso, yo, la misma mañana en que íbamos a ver la película tuve una bronca, de órdago, con mi madre porque ese sábado, como todos los sábados, no me quería bañar. De niño, la verdad, es que era un verdadero cerdo y eso de tener que bañarse me parecía el peor de los suplicios. ¡¡Quien me ha visto y quien me ve!!! Ahora no salgo de la ducha, para castigo de mi madura piel. A veces pienso que debería volver a mis costumbre de antaño y recuperar, así, el “PH” original de mi epidermis.
La película pasó por mi vida de simple película a juego de cabecera, ya que en casa empezaron a reunirse mi hermana y su mejor amiga a jugar a “Jesucristo Superstar”, y yo, que ya apuntaba maneras, me incorporaba a tan creativo entretenimiento con pasión desatada.
Mi hermana y sus amigas eran muy dadas a cantar y bailar en casa, inventándose letras y coreografías inspiradas en acontecimientos de su propia vida. ¡Qué creatividad!, pensaba yo como mero espectador, cuando, en realidad, lo que deseaba era aportar mis inexistentes experiencias vitales en forma de espectáculo.
Más adelante resultó que un señor llamado Camilo Sesto, y que era de lo más famoso, se transfiguró en un sosias de este Jesucristo-rockero pero en hispánico. ¡Por fin llegaba la versión del disco en castellano!, y no pudo ser mejor. ¡¡Ya teníamos regalo de Reyes!!
Continuando con la fiebre católico-rockera, apareció otro espectáculo, de lo más divertido y trasgresor, también evangélico-musical, “Godspell”, que como no podía ser de otra manera se acercaba a la figura de Jesucristo, pero ahora en plan “mimo y payaso de circo”.
Milagrosamente (cosa del Altísimo, seguro), este espectáculo llegó a mi pueblo ese mismo verano, directamente de Madrid, en la programación de los añorados y fabulosos “Festivales de España”.
En la megafonía de las playas portuenses se anunciaba a diario el desembarco de tan aclamado “show”: ¡¡Golpes!!, repetían insistentemente, el musical de la temporada, ¡¡Golpes!!, volvían a decir… ¿¿¿Golpes???, ni que la cosa fuera sobre la violencia doméstica.
El caso es que como yo era pequeño, me perdí la función de turno, mis padres llevaron “solo” a mi hermana al anunciado espectáculo, a mí, para compensar, me encasquetaron un rollo de títeres, de esos en los que la princesa da estacazos a la bruja para terminar. Aún me recuerdo viendo las “tan absurdas marionetas”, mientras mi corazón sangraba, como la manos de Cristo, de decepción, y así pude alcanzar a comprender el verdadero significado de la palabra “pasión”
¡¡¡A veces los padres hacen unas cosas más raras!!!, todavía no me he repuesto de ese trauma.
Al final, las vueltas que da la vida, llegué a ver ambos espectáculos, en directo, pero eso lo dejo para otro día, y durante un tiempo seguimos jugando a Jesucristo Superstar, pero ya en español. Míticas llegaron a ser las sesiones “cardeñosa-abulenses” del Superstar a las que me entregaba sin tapujos junto a mis primos en las vacaciones estivales.
Ahora veo, muchas veces, siempre que paso por cierto escaparate de temas religiosos, en la Plaza de Jacinto Benavente, la “gloriosa” grabación que se hizo en castellano de “Jesucristo Superstar”, y que tantas y tantas alegrías me dio. Es un “souvenir” para creyentes, para muchos de los creyentes que en su día se rasgaron las vestiduras y pusieron el grito en el cielo, nunca mejor dicho, cuando en el Gólgota se oyó música rock.
La película pasó por mi vida de simple película a juego de cabecera, ya que en casa empezaron a reunirse mi hermana y su mejor amiga a jugar a “Jesucristo Superstar”, y yo, que ya apuntaba maneras, me incorporaba a tan creativo entretenimiento con pasión desatada.
Mi hermana y sus amigas eran muy dadas a cantar y bailar en casa, inventándose letras y coreografías inspiradas en acontecimientos de su propia vida. ¡Qué creatividad!, pensaba yo como mero espectador, cuando, en realidad, lo que deseaba era aportar mis inexistentes experiencias vitales en forma de espectáculo.
Más adelante resultó que un señor llamado Camilo Sesto, y que era de lo más famoso, se transfiguró en un sosias de este Jesucristo-rockero pero en hispánico. ¡Por fin llegaba la versión del disco en castellano!, y no pudo ser mejor. ¡¡Ya teníamos regalo de Reyes!!
Continuando con la fiebre católico-rockera, apareció otro espectáculo, de lo más divertido y trasgresor, también evangélico-musical, “Godspell”, que como no podía ser de otra manera se acercaba a la figura de Jesucristo, pero ahora en plan “mimo y payaso de circo”.
Milagrosamente (cosa del Altísimo, seguro), este espectáculo llegó a mi pueblo ese mismo verano, directamente de Madrid, en la programación de los añorados y fabulosos “Festivales de España”.
En la megafonía de las playas portuenses se anunciaba a diario el desembarco de tan aclamado “show”: ¡¡Golpes!!, repetían insistentemente, el musical de la temporada, ¡¡Golpes!!, volvían a decir… ¿¿¿Golpes???, ni que la cosa fuera sobre la violencia doméstica.
El caso es que como yo era pequeño, me perdí la función de turno, mis padres llevaron “solo” a mi hermana al anunciado espectáculo, a mí, para compensar, me encasquetaron un rollo de títeres, de esos en los que la princesa da estacazos a la bruja para terminar. Aún me recuerdo viendo las “tan absurdas marionetas”, mientras mi corazón sangraba, como la manos de Cristo, de decepción, y así pude alcanzar a comprender el verdadero significado de la palabra “pasión”
¡¡¡A veces los padres hacen unas cosas más raras!!!, todavía no me he repuesto de ese trauma.
Al final, las vueltas que da la vida, llegué a ver ambos espectáculos, en directo, pero eso lo dejo para otro día, y durante un tiempo seguimos jugando a Jesucristo Superstar, pero ya en español. Míticas llegaron a ser las sesiones “cardeñosa-abulenses” del Superstar a las que me entregaba sin tapujos junto a mis primos en las vacaciones estivales.
Ahora veo, muchas veces, siempre que paso por cierto escaparate de temas religiosos, en la Plaza de Jacinto Benavente, la “gloriosa” grabación que se hizo en castellano de “Jesucristo Superstar”, y que tantas y tantas alegrías me dio. Es un “souvenir” para creyentes, para muchos de los creyentes que en su día se rasgaron las vestiduras y pusieron el grito en el cielo, nunca mejor dicho, cuando en el Gólgota se oyó música rock.