Una niña, de espaldas, gritando como una loca, una madre que entra en un dormitorio a ver que ocurre, de repente, una cabeza, la de la niña, gira 180 grados para que de un rostro deformado, que en nada se parece al de una niña, sale una voz ronca y oscura que dice: ¿has visto lo que ha hecho la cochina de tu hija?... en ese mismo momento decidí que tenía que salirme del cine si esa noche quería pegar ojo.
Corría el año 1974 y con tan solo “diez años” me colé a ver El Exorcista, la película del momento. Menos mal que fui acompañado de un amigo, mucho más valiente que yo, que se cuadró y me dijo: ¡de eso nada!, que él había pagado su entrada y que nos quedábamos a verla hasta el final. Así que no me quedó más remedio que tragarme la película entera… y estuve toda la semana durmiendo con mi hermana.
Corría el año 1974 y con tan solo “diez años” me colé a ver El Exorcista, la película del momento. Menos mal que fui acompañado de un amigo, mucho más valiente que yo, que se cuadró y me dijo: ¡de eso nada!, que él había pagado su entrada y que nos quedábamos a verla hasta el final. Así que no me quedó más remedio que tragarme la película entera… y estuve toda la semana durmiendo con mi hermana.
En esa semana de insomnio lo que más me aterraba era que la cama empezara a moverse, preludio certero de que a continuación iba a ser poseído por un demonio o algo peor, igual que ocurría en la pantalla. Cuando me di cuenta que la cama no se movía volví a dormir en mi cuarto y hasta hoy no he sido victima de ningún ataque sobrenatural… ¡mi vida no es de cine!
Mucho antes de poder ver la famosa película, ya sabía de esta historia de demonios y posesiones, por el libro, que hacía tiempo había salido al mercado y se lo estaba leyendo una amiga de mi hermana, la cual, puntual y explícitamente, nos iba contando, capítulo por capítulo, lo que iba ocurriendo. A mí me daba tanto miedo escucharla que solo pensar en la palabra exorcista me producía escalofríos, pero me podía más el “morbo” por la historia que el terror que me producía, así que sufrí todas las noches hasta que acabó el relato.
Luego, me di cuenta, que por televisión empezaron a anunciar el libro junto con otros dos best-sellers, Banco y Odessa, pero era cuando pregonaban “El Exorcista”, que me entraba un “canguele” que no podía controlar .
Mucho antes de poder ver la famosa película, ya sabía de esta historia de demonios y posesiones, por el libro, que hacía tiempo había salido al mercado y se lo estaba leyendo una amiga de mi hermana, la cual, puntual y explícitamente, nos iba contando, capítulo por capítulo, lo que iba ocurriendo. A mí me daba tanto miedo escucharla que solo pensar en la palabra exorcista me producía escalofríos, pero me podía más el “morbo” por la historia que el terror que me producía, así que sufrí todas las noches hasta que acabó el relato.
Luego, me di cuenta, que por televisión empezaron a anunciar el libro junto con otros dos best-sellers, Banco y Odessa, pero era cuando pregonaban “El Exorcista”, que me entraba un “canguele” que no podía controlar .
Así que cuando, por fin, llegó la película, precedida de una fuerte campaña de promoción y de un buen montón de noticias sensacionalistas que hablaban de muertes durante la proyección, ataques de pánico colectivos y posesiones reales en los cines donde se pasaba, sabía que era inevitable ir a verla. A pesar de ser menor de edad y del riesgo que corría mi integridad física. Todo podía ocurrir, pues el diablo mismo, en persona, era el protagonista del filme.
Al final aguanté el tipo y me enfrenté a sus impactantes imágenes, no me quedó otro remedio, gracias a mi acompañante-amigo, hasta el final; sufriendo-gozando con las aventuras y desventuras de la pobre niña poseída que vomitaba puré de guisantes, se clavaba crucifijos, ponía los ojos en blanco y decía más tacos que Camilo José Cela, Alfonso Ussía y Arturo Pérez Reverte juntos.
Los años le han sentado muy bien a este clásico del cine, que ha asentado sus truculentos efectos, dejando de manifiesto que su historia no es más que un canto a la maternidad más radical, con esa progenitora, sola y divorciada, desesperada por salvar a su hija de las garras del maligno. La niña se transforma en demonio, metáfora, sin duda, de los cambios y peligros de la adolescencia y del paso a la edad madura, donde se esfuma la inocencia de la niñez, ¡toma ya!… superad esta interpretación, si sois capaces.
También resultó profético que la niña protagonista del filme se llamase Regan, “casi” como el futuro presidente de los EEUU, encarnación del mismísimo demonio para muchos, y/o que al comienzo del film, Regan tuviese afición a modelar simpáticos muñequitos, uno de ellos, por cierto, clavado al horroroso Curro, mascota de la semi-olvidada “Expo” Sevilla 92, toda una señal del Averno, sin duda.
Señales aparte, el hito que supusieron sus tremendas imágenes aun sigue vigente, aunque simplemente sea como momento “kitsch” en los Pasajes del Terror de los Parques de Atracciones o como fondo de pantalla en ordenadores y móviles para adolescentes.
Los años le han sentado muy bien a este clásico del cine, que ha asentado sus truculentos efectos, dejando de manifiesto que su historia no es más que un canto a la maternidad más radical, con esa progenitora, sola y divorciada, desesperada por salvar a su hija de las garras del maligno. La niña se transforma en demonio, metáfora, sin duda, de los cambios y peligros de la adolescencia y del paso a la edad madura, donde se esfuma la inocencia de la niñez, ¡toma ya!… superad esta interpretación, si sois capaces.
También resultó profético que la niña protagonista del filme se llamase Regan, “casi” como el futuro presidente de los EEUU, encarnación del mismísimo demonio para muchos, y/o que al comienzo del film, Regan tuviese afición a modelar simpáticos muñequitos, uno de ellos, por cierto, clavado al horroroso Curro, mascota de la semi-olvidada “Expo” Sevilla 92, toda una señal del Averno, sin duda.
Señales aparte, el hito que supusieron sus tremendas imágenes aun sigue vigente, aunque simplemente sea como momento “kitsch” en los Pasajes del Terror de los Parques de Atracciones o como fondo de pantalla en ordenadores y móviles para adolescentes.
… ¡¡Si el demonio levantara la cabeza!!!