Vistas de página en total

martes, 10 de abril de 2012

La segunda novia de King Kong


     
       Es una de la más celebres actrices de su generación, con una trayectoria repleta de premios y reconocimientos  que pasó de “sex-symbol” a actriz de prestigio como pocas han podido.
      Nacida en 1.949, Jessica estudia Bellas Artes en la Universidad de Minnesota  y se casa con su profesor de fotografía, el español Francisco Grande con el que vivirá en España y Francia una temporada y del que aprenderá el oficio de fotógrafa que más adelante ejercerá con gran reconocimiento.
      Regresa a su país tras separarse de su primer marido y haberse empapado del Mayo francés del 68 e inicia una exitosa carrera como modelo en Nueva York que le permite debutar en el cine protagonizando el “remake” de King Kong de 1.976 a mano de  Dino de Laurentis. La película fue uno de los mayores éxitos del año. Yo aún me recuerdo llorando desconsoladamente, junto a mi prima Blanca, ambos inocentes infantes, la muerte del mono gigante cuando era abatido, injustamente, en lo alto de la neoyorquinas Torres Gemelas, aún en pie, y caía al vacío a los compases de una melodía de John Barry casi idéntica a la de Memorias de Africa.
      Incomprensiblemente la interpretación de Jessica fue el hazmerreir de todo Hollywood y casi finiquita su carrera actoral que no hacía nada más que empezar. Y eso a pesar del comentadísimo striptease que le propina el mono a su amada, a mitad del metraje, en un acto de zoofilia en toda regla.
      Tras tres años en paro forzoso vuelve al cine con un papel decorativo en película de prestigio, All that Jazz, pretencioso musical del director de Cabaret, del que sale airosa haciendo de la muerte, muy atractiva, por cierto.
      Con su siguiente película, otro remake de un clásico, El Cartero siempre Llama dos Veces, se convierte en la actriz más deseada del momento aunque su interpretación es tachada de pornográfica por algunos sectores de la crítica, incluso la mismísima Lana Turner, que siempre fue un putón verbenero e interpretaba a Cora en la primera versión de la película, puso el grito en el cielo. Todo por un polvo antológico con Jack Nicholson en la mesa de una cocina entre harina y levadura, que ya se sabe, hace levantar a la masa cuando esta se calienta.
      Recuperada su credibilidad como actriz, pasa a la primera división de las actrices de los 80 y se hace con papelazos de “sufridora como nadie” en filmes del calibre de Frances (biografía de Frances Farmer), Countrie, Sweet Deams (biografía de Patsy Cline) o La Caja de Música, por todas ellas es nominada al Oscar a la Mejor Interpretación Femenina aunque ninguna de estas películas llegan a funcionar muy bien en taquilla. Solo la comedia Tootsie, junto a Dustin Hoffman, por la que gana el Oscar, es un verdadero éxito popular.
      Como es bien sabido por todos, en Hollywood lo que manda es el dinero y las carnes prietas, así que tanto prestigio interpretativo de poco le sirve a nuestra querida amiga y con el cambio de década su estrella empieza a declinar irremediablemente, pasar de los 40 es mortal para cualquier estrella femenina.
      A pesar de la escasez de papeles vuelve a ganar el Oscar por Blue Sky, interpretando a un ama de casa maniaco depresiva, es decir, como casi todas las amas de casa del mundo, vamos.  Participa en éxitos como El Cabo del Miedo, Rob Roy, o Big Fish, pero la primera línea de la década anterior, definitivamente, es cosa del pasado.
      Debuta en los escenarios teatrales con el beneplácito de la crítica y empieza a aparecer, esporádicamente, por televisión, refugio de viejas glorias, arrollando con Grey Gardens y, recientemente, con American Horror Story, serie revelación de 2.011, donde vuelve a llevarse todos los premios del año. Resulta impagable en su papel de vecina cotilla, cleptómana y llena de fantasmagóricos secretos.
      Nos enteramos que además de actrizón es fotógrafa, y de las buenas, cuando se nos presenta con una exposición antológica en el Centro de Arte Neymeyer, antes de ser finiquitado por el señor Alvarez Cascos y compañía, ¡¡arriba Foro Asturias!!, con la que, posteriormente, recorre la geografía española desde Avilés a Madrid, se ve que lo de “desde Santurce a Bilbao” hubiese sido demasiado corto recorrido para ella.
      Con un físico aun poderoso, a sus ¡¡¡¡milagrosamente no retocados!!!! 62 años, se despacha a gusto contra las políticas ultra conservadoras de su país, siendo decidida activista en causa perdidas como la lucha contra la explotación infantil o la epidemia de Sida en Africa como Embajadora de Buena Voluntad de Naciones Unidas.
      Por cierto, que ha convivido largamente con dos “mazizorros” con cerebro, el bailarín Mikhail Barishnikov y el dramaturgo y actor Sam Shepard, padres de sus cuatro retoños; la chica no tiene mal gusto eligiendo partenaires, hay que reconocerlo.
     
Con cuerda para rato, todavía, estoy seguro, nos dará alguna que otra grata sorpresa esta imponente señora, que desde los tiempos en que el gorila más grande y romántico del cine se quedó prendado de ella hasta nuestros días, no ha hecho más que mejorar.

               
                


      

martes, 3 de abril de 2012

Y yo con estos pelos...


      Fue un musical atípico y rompedor que maravilló y escandalizó a partes iguales, a audiencias de ambos lados del Atlántico. Consiguió que dos de sus canciones llegaran al numero uno en las listas de éxitos y nos hizo sentir a todos sus seguidores un poco hippies.
      Cuando Hair llegó a los escenarios de Broadway en 1968, Estados Unidos vivía momentos muy convulsos con la guerra de Vietnam ocupando el centro de todos los debates ideológicos y morales del país, a la par que todos los informativos. Los escenarios neoyorquinos no fueron ajenos a las corrientes de opinión latentes y el estreno de este espectáculo fue un verdadero acontecimiento. Hair hablaba un lenguaje poco habitual en el género del teatro musical, más dado al escapismo sin pretensiones que a reflejar problemáticas actuales. Además musicalmente hablando era muy contemporáneo con sonidos rockeros y tribales poco o nada habituales en Broadway.
      La obra tardó más de tres años en gestarse y fue el resultado de la colaboración de James Rado, Gerome Ragni y Galt McDermot como autores del argumento, letrista y músico, respectivamente. Todos ellos, amigos y compañeros vecinos del Greenwich Village, el bohemio barrio de artistas de Nueva York, intentaron captar el ambiente y los ideales de parte de la juventud de final de los sesenta.
      Eslóganes como “haz el amor y no la guerra”, drogas, sexo libre y, sobre todo, oposición frontal a la guerra de Vietnam fueron temas demasiado controvertidos para la conservadora sociedad americana. Si a eso añadimos el desnudo integral de la práctica totalidad de la compañía en algún número musical, convirtieron al espectáculo en un verdadero escándalo, lo que a la larga benefició a la obra que se mantuvo cinco años consecutivos en cartel.
      Paralelamente se empezaron a realizar giras por todo el país aprovechando el tirón de sus temas musicales sobre todo Aquarius y  Let the Sunshine, que llegaron al número uno versionados por el grupo The 5th Dimension.
      La adaptación cinematográfica llegó, algo tarde, en 1.979 de la mano de Milos Forman, el director de las multi-oscarizadas Alguien voló sobre el Nido del Cuco o Amadeus y pese a ser uno de los mejores musicales de su tiempo resultó un relativo fracaso de crítica y público, reivindicado años después por una reducida legión de seguidores, entre los que me incluyo, que han elevado la película al status de culto.
      En España nunca ha sido un trabajo muy conocido por el gran público, pese a haber tenido diferentes versiones en los escenarios a lo largo de los años.
      Yo conocí la obra al mismo tiempo que Jesucristo Superstar, así que la tengo asociada en el mismo saco, y he de reconocer que me tiraba mucho más las andanzas musicales del Galileo que el rollito zen de los “jipilongos”.
      Me volví incondicional de este trabajo cuando lo redescubrí con la película que me emocionó, y me sigue emocionando, sobre todo por su conmovedor final, ¡ay, las lloreras que me pego!, y las veces que la vuelvo a revisar sigo descubriendo cosas nuevas, sobre todo en las extraordinarias letras de sus canciones, o en el comportamiento de algunos de los personajes, tanto los principales como los secundarios.
      La carga crítica de la obra es demoledora desde el principio hasta el final, y aunque se ceba especialmente con la Guerra de Vietnam y el ejercito, también carga las tintas contra la hipocresía de las clases altas americanas, el racismo,  los tabúes sexuales o la religión. Tanto es así que la obra fue catalogada de obscena, inmoral y antipatriota, vamos, lo típico.
      Yo vi la película el mismo fin de semana que Apocalipsis Now, coincidieron en la cartelera la misma fecha, con lo que tuve sesión doble de guerra vietnamita ese fin de semana, y reconozco que todo lo que me entusiasmó la una, Hair, me horrorizó la otra, Apocalipsis Now. Ahora soy seguidor de ambas, debe ser que a base de haber bebido Schweppes,  con el paso de los años mi gusto ha crecido.
      Resulta curioso pensar que un trabajo tan mítico y bien resuelto como este, en nuestra querida “España, esa España mía, esa España nuestra” y haciendo gala del eslogan “Spain is diferent”, sea nuestro inclasificable Raphael quien más crédito ha dado ha esta obra, cuando se marcó, a golpe de tamborilero, una inverosímil versión del tema más popular de la obra, Aquarius, que popularizarían posteriormente en la radio el dúo Gomaespuma, donde para el delirio de sus fans y la incredulidad del resto de los mortales, nos dimos cuenta que en cuestión de gustos “no todo está dicho”.
      Yo por mi parte, escribiendo estas líneas he hecho esta reflexión: ¿como es posible el imperdonable error de marketing que comete una conocida marca de bebidas isotónicas, no voy a decir el nombre por obvio, al no adquirir los derechos de tan inenarrable versión, o de cualquier otra, de este “temazo” para la publicidad de su refresco? Si parece que estuviera escrita para ellos.
      Recientemente la obra se ha repuesto en nuestras carteleras sin demasiado éxito, por cierto, una verdadera pena, la verdad, porque en los tiempos que corren su mensaje debería estar más vigente que nunca… debe ser que ya no somos nada hippies.
      Así que con la cara lavada y recién “peinao”  me gustaría despedirme con una de mis estrofas favoritas de una de sus canciones: ¡paz!, ¡flores!, ¡libertad!, y ¡felicidad!... para todos.