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miércoles, 14 de diciembre de 2011

Rock a los pies del Gólgota

      Fue en el año 1974 cuando, por primera vez, cayó en mis manos un disco doble, extraño y rockero, para mi mente de entonces, titulado “Jesus Christ Superstar”. Iba sobre los últimos días de la vida de Jesucristo, pero en clave de “musical moderno”. Me llegó de rebote, ya que, quien lo había conseguido era mi hermana, mayor que yo y por consiguiente más adulta y preparada para cosas tan avanzadas como aquello.
     El disco era prestado, los amigos, en aquel entonces, nos los intercambiábamos por un tiempo, tú me prestas este y yo te dejo este otro, ya que no teníamos dinero para comprar todos los que quisiéramos.
       Como las canciones eran en inglés y no se entendía la letra, pero se intuía que lo que se cantaba tenía cierto sentido, no hubo más remedio que ponerse a traducir. ¡Qué bien!, debieron de pensar mis padres, todo tan didáctico y tan práctico, dedicación a los idiomas sin tener que obligarles. Estas fueron mis primeras traducciones del inglés al español y mi primer revulsivo para aprender la lengua de Shakesperae.
       Poco a poco se fueron editando más versiones del disco, que empezó siendo solo un disco, para luego ser adaptado a espectáculo de teatral y, ya, en plena fiebre rock-evangélica, inevitable y finalmente, llegó la película.
      El film estaba protagonizado por el rubio Ted Nelly (que adornó muchas carpetas de adolescentes) en el papel de Jesucristo y por el actor de color Carl Anderson en el papel de Judas.
      ¡¡¡Un Judas negro!!!, la polémica estaba servida, y esta fue, solo, una de las muchas controversias que despertó el filme.    
       Cuando la película llegó a España ya se oían cosas muy raras sobre la misma. Que si Jesucristo salía vestido con tacones y maquillado como un travesti. Que si la acción se desarrollaba en una discoteca. Que si… La rumorología católico-integrista se disparó rápidamente y dio para todo tipo de bulos y figuraciones.
       Al final, como siempre pasa, cualquier parecido entre la conjetura y la realidad era pura coincidencia. Una verdadera pena, porque seguro que la versión imaginada por las mentes de los “puros y limpios” hubiese sido, infinitamente, más perversa e interesante que el inocuo e inocente espectáculo que realmente se ofreció. Ni pintalabios, ni tacones, ni discotecas, aquí lo que había era mucho desierto, mucha túnica, muchas canciones y mucho rollo “hippy-pacifista”, muy de principios de los 70, eso sí.
       La película, un verdadero acontecimiento cuando se estrenó, fue uno de esos regalos cinéfilo-festivos que mis padres nos propinaban en ocasiones especiales. Previamente, pidieron autorización al párroco del barrio, Don Ramón, ya que no sabían si la cosa era muy pecaminosa o qué…  
       A pesar de que el tema iba sobre amor al prójimo y todo eso, yo, la misma mañana en que íbamos a ver la película tuve una bronca, de órdago, con mi madre porque ese sábado, como todos los sábados, no me quería bañar. De niño, la verdad, es que era un verdadero cerdo y eso de tener que bañarse me parecía el peor de los suplicios. ¡¡Quien me ha visto y quien me ve!!! Ahora no salgo de la ducha, para castigo de mi madura piel. A veces pienso que debería volver a mis costumbre de antaño y recuperar, así, el “PH” original de mi epidermis.
        La película pasó por mi vida de simple película a juego de cabecera, ya que en casa empezaron a reunirse mi hermana y su mejor amiga a jugar a “Jesucristo Superstar”, y yo, que ya apuntaba maneras, me incorporaba a tan creativo entretenimiento con pasión desatada.
       Mi hermana y sus amigas eran muy dadas a cantar y bailar en casa, inventándose letras y coreografías inspiradas en acontecimientos de su propia vida. ¡Qué creatividad!, pensaba yo como mero espectador, cuando, en realidad, lo que deseaba era aportar mis inexistentes experiencias vitales en forma de espectáculo.
       Más adelante resultó que un señor llamado Camilo Sesto, y que era de lo más famoso, se transfiguró en un sosias de este Jesucristo-rockero pero en hispánico. ¡Por fin llegaba la versión del disco en castellano!, y no pudo ser mejor. ¡¡Ya teníamos regalo de Reyes!!
        Continuando con la fiebre católico-rockera, apareció otro espectáculo, de lo más divertido y trasgresor, también evangélico-musical, “Godspell”, que como no podía ser de otra manera se acercaba a la figura de Jesucristo, pero ahora en plan “mimo y payaso de circo”.
         Milagrosamente (cosa del Altísimo, seguro), este espectáculo llegó a mi pueblo ese mismo verano, directamente de Madrid, en la programación de los añorados y fabulosos “Festivales de España”.
        En la megafonía de las playas portuenses se anunciaba a diario el desembarco de tan aclamado “show”: ¡¡Golpes!!, repetían insistentemente, el musical de la temporada, ¡¡Golpes!!, volvían a decir… ¿¿¿Golpes???, ni que la cosa fuera sobre la violencia doméstica.
       El caso es que como yo era pequeño, me perdí la función de turno, mis padres llevaron “solo” a mi hermana al anunciado espectáculo, a mí, para compensar, me encasquetaron un rollo de títeres, de esos en los que la princesa da estacazos a la bruja para terminar. Aún me recuerdo viendo las “tan absurdas marionetas”, mientras mi corazón sangraba, como la manos de Cristo, de decepción, y así pude alcanzar a comprender el verdadero significado de la palabra “pasión”
      ¡¡¡A  veces los padres hacen unas cosas más raras!!!, todavía no me he repuesto de ese trauma.
        Al final, las vueltas que da la vida, llegué a ver ambos espectáculos, en directo, pero eso lo dejo para otro día, y durante un tiempo seguimos jugando a Jesucristo Superstar, pero ya en español. Míticas llegaron a ser las sesiones “cardeñosa-abulenses” del Superstar a las que me entregaba sin tapujos junto a mis primos en las vacaciones estivales.
        Ahora veo, muchas veces, siempre que paso por cierto escaparate de temas religiosos, en la Plaza de Jacinto Benavente, la “gloriosa” grabación que se hizo en castellano de “Jesucristo Superstar”, y que tantas y tantas alegrías me dio. Es un “souvenir” para creyentes, para muchos de los creyentes que en su día se rasgaron las vestiduras y pusieron el grito en el cielo, nunca mejor dicho, cuando en el Gólgota se oyó música rock.






                          

jueves, 8 de diciembre de 2011

La ola de erotismo que nos invadió

      “Nostalgia” es la palabra que bien podría definir este blog. . . y, a Dios pongo por testigo, a modo de  Escarlata O’Hara, que no fue esta mi intención cuando me embarqué en este proyecto. Pero visto lo visto, he decidido dejarme llevar, como un bañista cualquiera sobre las olas del mar.
       ¡Olas y nostalgia!, bonita combinación, y a mí me viene perfecta en este caso ¿Quién de mi generación no recuerda “la ola de erotismo que nos invadió”?
       Con esta apocalíptica frase, pero en presente, las mentes bien pensantes de la España post-franquista, fustigaban las conciencias de todos aquellos ciudadanos de a pié, que, repentinamente, descubrieron su pasión cinéfila, como excusa prefecta para poder ver una simple “teta”.
      Todo ese erotismo desatado quedo resumido, magníficamente, en una sencilla letra, la “S”. ¡¡¡¡El morbo estaba servido!!!! 
       La “S” lucía en las carteleras, en tamaño bien visible, fundamentalmente, tapando algún pezón furtivo, de la “starlette” protagonista de la función, o camuflando, cualquier acto impuro que se pudiera intuir en la cartelería más osada. 
       Los míticos pechos de “Emmanuelle”, quedaron así cruzados por un glorioso: ¡clasificada “S”!, ocultando la guinda del pastel mamario, o sea, los pezones, mientras ella, melancólica, jugaba con sus perlas en un sillón de mimbre. 
        Otras veces, la “S”, se plantaba, justo, en el centro del asunto, con lo que si querías ver más, te tocaba pasar por taquilla.
   Con semejante provocación, a la pobre “Emmanuelle” le aparecieron más continuaciones que a James Bond o Harry Potter juntos, pero no revueltos, y se transfiguró en negra, china, india, “antivirgen”, viajó a América, al oriente o, incluso, retozó con los últimos caníbales. ¡Hasta el infinito y más allá, mientras la taquilla aguante!   
          Para los poco, o nada, informados espectadores de la calle, en los carteles se aclaraba, muy didácticamente, el significado de todo aquello: “S”, se podía leer, “película, que por su temática o contenido, puede herir la sensibilidad del espectador”. ¡¡De “puta madre”, esto lo tengo que ver como sea!!
         Si el censor de turno, con este aviso, quiso espantar al personal, lo único que consiguió fue que cada vez más y más españolitos quisiéramos ser ofendidos en nuestras sensibilidades varias y acudiéramos en masa (yo no, no podía por ser menor de edad) a ver unos bodrios infumables, a la par que aburridos, pero que por lo menos, tenían la ofensiva “S” como reclamo. 
         Para echar más leña al fuego, las fotos que se exhibían en la puerta de los cines, con las escenas más escabrosas de la película, quedaban también marcadas por unas rayas negras, que ocultaban lo mejor del tema. ¡Genios de la mercadotecnia! ¡¡Eso había que verlo!!, pero sin las rayas negras. Más dinero en la taquillas . . . y más almas en pecado.
         Con tanto aperturismo moral, se perdió por el camino parte de la creatividad que generan las prohibiciones, ya no había que cruzar la frontera y viajar hasta Perpiñán para ver cine del bueno, y los distribuidores, aparcaron la sutileza de los primeros títulos, emblemáticos, de la caspa hispánica, tipo, “Lo Verde Empieza en los Pirineos” o “Aunque la Hormona se Vista de Seda…”, para dar pasó a los más directos, “No me Toques el Pito que me Irrito”, “Sueca Bisexual busca Semental” o, la joya de la corona, “El Fontanero, Su Mujer, y Otras Cosas de Meter”, película vista por muy poca gente, pero que siempre sale a colación cuando se juega a adivinar títulos de películas por señas.
          A mí, la que me apetecía ver, de verdad, era una cosa titulada “Historia de O”. ¡La obra maestra del sadomasoquismo!, pregonaba la publicidad. Yo no sabía que era eso del sadomasoquismo, pero sonaba muy fuerte, tenía que ser algo malo. Por edad no pude entrar a verla, aunque en mi pueblo, la mayoría de las veces, en la taquilla hacían la vista gorda y te colocaban la entrada sin ponerte ninguna pega. “La pela es la pela”, debían pensar. Yo, en aquel entonces, todavía era un niño bueno de Colegio de los Jesuitas y cumplía con lo establecido, luego, no fui.
       Con el tiempo, me he visto todas esas películas, que en su momento no pude ver, morbo finiquitado, y he comprendido que la “S”, venía de “sopor”. ¡Que malas eran las condenadas!
        Finalmente, la emblemática y casi inocente “S”, sucumbió con la llegada a España de otra letra, mucho más rotunda y contundente, la “X”, tras el triunfo de los “socialistas” en las elecciones de 1982.
     ¡¡Definitivamente, estos “rojos” eran, todos, unos “degenerados”, todos ellos!!
        La “X” vino para quedarse y se quedó, ahora ya, somos todos unos "degenerados”, … lo que hemos dejado de ser es unos “rojos”, ni siquiera los “socialistas”.
         ¡¡¡¡Que lástima!!!!





                      

martes, 6 de diciembre de 2011

Las tres chicas que salieron de la Academia de Policía



      “Había una vez tres muchachitas que fueron a la Academia de Policía. Les asignaron misiones muy peligrosas. Pero  yo las aparté de todo aquello y ahora trabajan para mí. Yo me llamo Charlie…”
      Así comenzaba una de las series de televisión más populares de los años setenta, “Los ángeles de Charlie”. Recuerdo perfectamente el primer capítulo que ví, fue una noche electoral de 1978. En aquel entonces, el recuento de votos era muy lento y Televisión Española ponía una programación especial, que duraba toda la noche, mientras se realizaba el escrutinio, eso era todo un lujo para un crío en esa época, ¡¡televisión hasta altas horas!!, estaba claro que la democracia solo traía cosas buenas.
       Esa noche, también emitieron el primer episodio de otra serie no menos mítica, “Vacaciones en el Mar”, ¡vaya par de dos!
       Pero volviendo a “Los ángeles de Charlie”, tras este democrático y electoral arranque televisivo, se siguió emitiendo, ya de continuo, los sábados por la tarde, con lo que la mitad de los niños y adolescentes del país quedamos enganchados con las andanzas de las tres “mozueleas”.
      ¡Tres intrépidas policías metidas a declives privados! Aunque parezca mentira, desde la perspectiva de hoy en día, la serie fue una verdadera revolución, ya que rara vez, las mujeres interpretaban papeles en roles usualmente establecidos para hombres. Aquí las chicas eran los que daban los mamporros y resolvían los problemas. Esta, no fue la primera serie de este tipo, “La Mujer Policía” con Angie Dickinson y “Christie Love” con Teresa Graves, fueron las autenticas pioneras, pero los “ángeles” serían infinitamente más populares.
        Las intrépidas “detectivas” representaban a un tipo diferente de mujer, cada una de ellas, y respondían a los nombres de: Sabrina Duncan (Kate Jackson), la inteligente y por defecto, la menos agraciada físicamente, además de la más recatada a la hora de vestir, jerséis de cuello alto, chaquetas y pantalones corte sastre, y cosas por el estilo; Kelly Garret (Jackyl Smith) era la guapa de corte clásico, parecía además, la más modosita y candorosa, lo que se dice un ángel de buen corazón; y por último, Jill Munroe (Farrah Fawcett), la sexy y deportiva, y por supuesto rubia, que es como las prefieren los caballeros, a eso ayudaba, que además, nunca llevara sujetador.
        Sus interpretes se convirtieron inmediatamente en celebridades, particularmente, Farrah, la rubia y mi favorita, ¡faltaba más!. Aunque siempre hubo controversia entre quien era la más guapa, la más lista, en definitiva, la mejor. Esta discusión se acentuó cuando Farrah dejó la serie y fue sustituida por Cheryl Ladd, interpretando a Kris, la hermana pequeña de Jill.
       Farrah, un verdadero fenómeno sociológico en USA, país de origen de la serie, no acabó de cuajar en España, por lo que yo, tuve que encargar uno de sus famosísimos “posters” a los EEUU, en persona. Este fue la posesión más preciada de mi adolescencia.
        En las discusiones sobre el mejor de los ángeles televisivos, “mi Farrah” no solía quedar muy bien parada. Obviamente era “envidia”, pensaba yo, pues evidentemente, no había otra igual. ¡¡¡Si, incluso, preferían a la sustituta!!! España siempre a sido muy dada a destrozar mitos.
         El tiempo que la serie se estuvo en antena, las niñas de medio mundo jugaron a ser uno de esos “ángeles”, cada una elegía a su favorito, según sus preferencias, y ya tenían entretenimiento; los niños, sin embargo, veían la serie con ojos menos lúdicos.
         A mi me dio un “patatús” cuando me tocó ir a catequesis los sábados por la tarde, justo a la hora de emisión, ya que siempre me perdía el comienzo del episodio, por lo menos llegaba al desenlace. Mientras iba hacia mi jornada semanal de “ejercicios espirituales”, fantaseaba sobre la posibilidad de que existiera un aparato donde yo pudiera grabar el episodio. Sin quererlo, inventé el video-grabador. ¡¡lastima que no patentara la idea!!
        Luego, la serie llegó al cine, en forma de dos películas, que no hicieron olvidar al trío original de los setenta. Incluso, recientemente, han vuelto al formato televisivo, sin éxito.
        También llegaron noticias sobre la muerte de Farrah, tras luchar, infructuosamente, contra un agresivo “cáncer de ano”. Sus otras dos compañeras, también padecieron cáncer que han logrado superar. Lo cual nos debe hacer recordar que si, incluso, los “ángeles” pierden sus alas, que no nos pasará a nosotros, simples mortales.
        ¡¡¡A vivir, que son dos días!!!
     





                     

jueves, 1 de diciembre de 2011

El día que aprendí que la honestidad no trae la felicidad

      Reivindico desde ya a Betty Missiego como uno de los grandes iconos capilares del siglo XX. Su característico peinado, raya en medio, mitad Iñaki Anasagasti, mitad la pitonisa Lola, está a la altura emblemática de la melena de Farrah Fawcett, las trencitas de Bo Derek, el flequillo de Louise Brooks o la calva de Yul Brynner.
      Esa “gran dama de la canción”, que se suele decir, amén de gran señora, nos represento en el “Festival de Eurovisión” allá por el año 1979, cuando el Festival de Eurovisión era el Festival de Eurovisión, y no la compadrada que es ahora con todas esas pequeñas “ex” repúblicas soviéticas y yugoslavas votándose entre si.
       La canción seleccionada, que respondía al muy explicito título de “Su Canción”, era una balada ligera y pegadiza, en la que nuestra gran interprete se medía de tú a tú con un coro de niños cantores, mientras la letra nos animaba, a todos, a ser mejores, como si de un manual de autoayuda y superación se tratase.
       España llevaba ya una sequía, de unos “larguísimos” diez años, sin conseguir el triunfo, a pesar de que Karina y Mocedades nos habían dejado en un “honroso segundo puesto”, como bien decían los comentaristas de la época, para endulzar así el amargo sabor de la derrota.
       Ese año nuestro país jugaba fuerte, la combinación “gran dama con niños” era garantía de éxito, desde que Julie Andrews nos enseñara a solfear en las cumbres de los Alpes austriacos con su siete retoños adoptivos medio nazis.
        El Festival fue como ruedas, nuestra Betty majestuosa y los niños, afinados y solventes periódico en mano, entonando a tiempo su famoso, ¡eh, mayor!, sin duda el momento cumbre de la canción.
        Cuando empezaron las votaciones, enseguida nos dimos cuenta de que negros nubarrones se cernían sobre nuestro triunfo, en forma de grupo vocal israelí, “Milk and Honey” para más señas, su canción “Aleluya” se alternaba con la nuestra en un ir y venir de primeros y segundos puestos para ambos.
        Todo el mundo sabe que lo mejor del festival son las votaciones, en aquel entonces, eran un soniquete tan popular como el de los Niños de San Ildefonso, pero con un toque mas cosmopolita e internacional: United Kindon: “ten points", le Royaume Uni: “dix points” (¡que bien hablan idiomas los extranjeros!).
       Solo quedaba nuestro país por votar e íbamos los primeros, el triunfo ¡¡ya estaba conseguido!!
       Que el festival se celebrara en Israel y que sus representantes hubiesen entonado impecablemente su himno, no importaba. Mira que mandar una canción titulada “Aleluya”, mira que llamarse “Leche y Miel”, estaba claro que querían ayuda del de arriba.
        Pero he aquí la sorpresa que justo en esa última votación, España despacha unos “sobradísimos” diez puntos a nuestros competidores, dándoles así el primer puesto.
        ¡¡¡¡País de Quijotes que somos!!!!
      Sí, sí, ya se que las votaciones estaban hechas de antemano, se que no era honesto cambiar la decisión del jurado patrio…, pero que duro es descubrir que con esa misma honestidad, siempre tendremos a alguien detrás que pasará por encima de nosotros.
      Esta terrible lección la aprendí bien jovencito, frente al televisor de mi cuarto de estar un tremendo y eurovisivo 31 de Marzo de 1979.
       Pese a todo, siempre en la vida, he intentado ser honesto… ¡¡¡así me va!!!