Fue un musical atípico y rompedor que maravilló y escandalizó a partes iguales, a audiencias de ambos lados del Atlántico. Consiguió que dos de sus canciones llegaran al numero uno en las listas de éxitos y nos hizo sentir a todos sus seguidores un poco hippies.
Cuando Hair llegó a los escenarios de Broadway en 1968, Estados Unidos vivía momentos muy convulsos con la guerra de Vietnam ocupando el centro de todos los debates ideológicos y morales del país, a la par que todos los informativos. Los escenarios neoyorquinos no fueron ajenos a las corrientes de opinión latentes y el estreno de este espectáculo fue un verdadero acontecimiento. Hair hablaba un lenguaje poco habitual en el género del teatro musical, más dado al escapismo sin pretensiones que a reflejar problemáticas actuales. Además musicalmente hablando era muy contemporáneo con sonidos rockeros y tribales poco o nada habituales en Broadway.
La obra tardó más de tres años en gestarse y fue el resultado de la colaboración de James Rado, Gerome Ragni y Galt McDermot como autores del argumento, letrista y músico, respectivamente. Todos ellos, amigos y compañeros vecinos del Greenwich Village, el bohemio barrio de artistas de Nueva York, intentaron captar el ambiente y los ideales de parte de la juventud de final de los sesenta.
Eslóganes como “haz el amor y no la guerra”, drogas, sexo libre y, sobre todo, oposición frontal a la guerra de Vietnam fueron temas demasiado controvertidos para la conservadora sociedad americana. Si a eso añadimos el desnudo integral de la práctica totalidad de la compañía en algún número musical, convirtieron al espectáculo en un verdadero escándalo, lo que a la larga benefició a la obra que se mantuvo cinco años consecutivos en cartel.
Paralelamente se empezaron a realizar giras por todo el país aprovechando el tirón de sus temas musicales sobre todo Aquarius y Let the Sunshine, que llegaron al número uno versionados por el grupo The 5th Dimension.
La adaptación cinematográfica llegó, algo tarde, en 1.979 de la mano de Milos Forman, el director de las multi-oscarizadas Alguien voló sobre el Nido del Cuco o Amadeus y pese a ser uno de los mejores musicales de su tiempo resultó un relativo fracaso de crítica y público, reivindicado años después por una reducida legión de seguidores, entre los que me incluyo, que han elevado la película al status de culto.
En España nunca ha sido un trabajo muy conocido por el gran público, pese a haber tenido diferentes versiones en los escenarios a lo largo de los años.
Yo conocí la obra al mismo tiempo que Jesucristo Superstar, así que la tengo asociada en el mismo saco, y he de reconocer que me tiraba mucho más las andanzas musicales del Galileo que el rollito zen de los “jipilongos”.
Me volví incondicional de este trabajo cuando lo redescubrí con la película que me emocionó, y me sigue emocionando, sobre todo por su conmovedor final, ¡ay, las lloreras que me pego!, y las veces que la vuelvo a revisar sigo descubriendo cosas nuevas, sobre todo en las extraordinarias letras de sus canciones, o en el comportamiento de algunos de los personajes, tanto los principales como los secundarios.
La carga crítica de la obra es demoledora desde el principio hasta el final, y aunque se ceba especialmente con la Guerra de Vietnam y el ejercito, también carga las tintas contra la hipocresía de las clases altas americanas, el racismo, los tabúes sexuales o la religión. Tanto es así que la obra fue catalogada de obscena, inmoral y antipatriota, vamos, lo típico.
Yo vi la película el mismo fin de semana que Apocalipsis Now, coincidieron en la cartelera la misma fecha, con lo que tuve sesión doble de guerra vietnamita ese fin de semana, y reconozco que todo lo que me entusiasmó la una, Hair, me horrorizó la otra, Apocalipsis Now. Ahora soy seguidor de ambas, debe ser que a base de haber bebido Schweppes, con el paso de los años mi gusto ha crecido.
Cuando Hair llegó a los escenarios de Broadway en 1968, Estados Unidos vivía momentos muy convulsos con la guerra de Vietnam ocupando el centro de todos los debates ideológicos y morales del país, a la par que todos los informativos. Los escenarios neoyorquinos no fueron ajenos a las corrientes de opinión latentes y el estreno de este espectáculo fue un verdadero acontecimiento. Hair hablaba un lenguaje poco habitual en el género del teatro musical, más dado al escapismo sin pretensiones que a reflejar problemáticas actuales. Además musicalmente hablando era muy contemporáneo con sonidos rockeros y tribales poco o nada habituales en Broadway.
La obra tardó más de tres años en gestarse y fue el resultado de la colaboración de James Rado, Gerome Ragni y Galt McDermot como autores del argumento, letrista y músico, respectivamente. Todos ellos, amigos y compañeros vecinos del Greenwich Village, el bohemio barrio de artistas de Nueva York, intentaron captar el ambiente y los ideales de parte de la juventud de final de los sesenta.
Eslóganes como “haz el amor y no la guerra”, drogas, sexo libre y, sobre todo, oposición frontal a la guerra de Vietnam fueron temas demasiado controvertidos para la conservadora sociedad americana. Si a eso añadimos el desnudo integral de la práctica totalidad de la compañía en algún número musical, convirtieron al espectáculo en un verdadero escándalo, lo que a la larga benefició a la obra que se mantuvo cinco años consecutivos en cartel.
Paralelamente se empezaron a realizar giras por todo el país aprovechando el tirón de sus temas musicales sobre todo Aquarius y Let the Sunshine, que llegaron al número uno versionados por el grupo The 5th Dimension.
La adaptación cinematográfica llegó, algo tarde, en 1.979 de la mano de Milos Forman, el director de las multi-oscarizadas Alguien voló sobre el Nido del Cuco o Amadeus y pese a ser uno de los mejores musicales de su tiempo resultó un relativo fracaso de crítica y público, reivindicado años después por una reducida legión de seguidores, entre los que me incluyo, que han elevado la película al status de culto.
En España nunca ha sido un trabajo muy conocido por el gran público, pese a haber tenido diferentes versiones en los escenarios a lo largo de los años.
Yo conocí la obra al mismo tiempo que Jesucristo Superstar, así que la tengo asociada en el mismo saco, y he de reconocer que me tiraba mucho más las andanzas musicales del Galileo que el rollito zen de los “jipilongos”.
Me volví incondicional de este trabajo cuando lo redescubrí con la película que me emocionó, y me sigue emocionando, sobre todo por su conmovedor final, ¡ay, las lloreras que me pego!, y las veces que la vuelvo a revisar sigo descubriendo cosas nuevas, sobre todo en las extraordinarias letras de sus canciones, o en el comportamiento de algunos de los personajes, tanto los principales como los secundarios.
La carga crítica de la obra es demoledora desde el principio hasta el final, y aunque se ceba especialmente con la Guerra de Vietnam y el ejercito, también carga las tintas contra la hipocresía de las clases altas americanas, el racismo, los tabúes sexuales o la religión. Tanto es así que la obra fue catalogada de obscena, inmoral y antipatriota, vamos, lo típico.
Yo vi la película el mismo fin de semana que Apocalipsis Now, coincidieron en la cartelera la misma fecha, con lo que tuve sesión doble de guerra vietnamita ese fin de semana, y reconozco que todo lo que me entusiasmó la una, Hair, me horrorizó la otra, Apocalipsis Now. Ahora soy seguidor de ambas, debe ser que a base de haber bebido Schweppes, con el paso de los años mi gusto ha crecido.
Resulta curioso pensar que un trabajo tan mítico y bien resuelto como este, en nuestra querida “España, esa España mía, esa España nuestra” y haciendo gala del eslogan “Spain is diferent”, sea nuestro inclasificable Raphael quien más crédito ha dado ha esta obra, cuando se marcó, a golpe de tamborilero, una inverosímil versión del tema más popular de la obra, Aquarius, que popularizarían posteriormente en la radio el dúo Gomaespuma, donde para el delirio de sus fans y la incredulidad del resto de los mortales, nos dimos cuenta que en cuestión de gustos “no todo está dicho”.
Yo por mi parte, escribiendo estas líneas he hecho esta reflexión: ¿como es posible el imperdonable error de marketing que comete una conocida marca de bebidas isotónicas, no voy a decir el nombre por obvio, al no adquirir los derechos de tan inenarrable versión, o de cualquier otra, de este “temazo” para la publicidad de su refresco? Si parece que estuviera escrita para ellos.
Recientemente la obra se ha repuesto en nuestras carteleras sin demasiado éxito, por cierto, una verdadera pena, la verdad, porque en los tiempos que corren su mensaje debería estar más vigente que nunca… debe ser que ya no somos nada hippies.
Así que con la cara lavada y recién “peinao” me gustaría despedirme con una de mis estrofas favoritas de una de sus canciones: ¡paz!, ¡flores!, ¡libertad!, y ¡felicidad!... para todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario