Reivindico desde ya a Betty Missiego como uno de los grandes iconos capilares del siglo XX. Su característico peinado, raya en medio, mitad Iñaki Anasagasti, mitad la pitonisa Lola, está a la altura emblemática de la melena de Farrah Fawcett, las trencitas de Bo Derek, el flequillo de Louise Brooks o la calva de Yul Brynner.
Esa “gran dama de la canción”, que se suele decir, amén de gran señora, nos represento en el “Festival de Eurovisión” allá por el año 1979, cuando el Festival de Eurovisión era el Festival de Eurovisión, y no la compadrada que es ahora con todas esas pequeñas “ex” repúblicas soviéticas y yugoslavas votándose entre si.
La canción seleccionada, que respondía al muy explicito título de “Su Canción”, era una balada ligera y pegadiza, en la que nuestra gran interprete se medía de tú a tú con un coro de niños cantores, mientras la letra nos animaba, a todos, a ser mejores, como si de un manual de autoayuda y superación se tratase.
España llevaba ya una sequía, de unos “larguísimos” diez años, sin conseguir el triunfo, a pesar de que Karina y Mocedades nos habían dejado en un “honroso segundo puesto”, como bien decían los comentaristas de la época, para endulzar así el amargo sabor de la derrota.
Ese año nuestro país jugaba fuerte, la combinación “gran dama con niños” era garantía de éxito, desde que Julie Andrews nos enseñara a solfear en las cumbres de los Alpes austriacos con su siete retoños adoptivos medio nazis.
El Festival fue como ruedas, nuestra Betty majestuosa y los niños, afinados y solventes periódico en mano, entonando a tiempo su famoso, ¡eh, mayor!, sin duda el momento cumbre de la canción.
Cuando empezaron las votaciones, enseguida nos dimos cuenta de que negros nubarrones se cernían sobre nuestro triunfo, en forma de grupo vocal israelí, “Milk and Honey” para más señas, su canción “Aleluya” se alternaba con la nuestra en un ir y venir de primeros y segundos puestos para ambos.
Todo el mundo sabe que lo mejor del festival son las votaciones, en aquel entonces, eran un soniquete tan popular como el de los Niños de San Ildefonso, pero con un toque mas cosmopolita e internacional: United Kindon: “ten points", le Royaume Uni: “dix points” (¡que bien hablan idiomas los extranjeros!).
Solo quedaba nuestro país por votar e íbamos los primeros, el triunfo ¡¡ya estaba conseguido!!
Que el festival se celebrara en Israel y que sus representantes hubiesen entonado impecablemente su himno, no importaba. Mira que mandar una canción titulada “Aleluya”, mira que llamarse “Leche y Miel”, estaba claro que querían ayuda del de arriba.
Pero he aquí la sorpresa que justo en esa última votación, España despacha unos “sobradísimos” diez puntos a nuestros competidores, dándoles así el primer puesto.
¡¡¡¡País de Quijotes que somos!!!!
Sí, sí, ya se que las votaciones estaban hechas de antemano, se que no era honesto cambiar la decisión del jurado patrio…, pero que duro es descubrir que con esa misma honestidad, siempre tendremos a alguien detrás que pasará por encima de nosotros.
Esta terrible lección la aprendí bien jovencito, frente al televisor de mi cuarto de estar un tremendo y eurovisivo 31 de Marzo de 1979.
Pese a todo, siempre en la vida, he intentado ser honesto… ¡¡¡así me va!!!
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