“Nostalgia” es la palabra que bien podría definir este blog. . . y, a Dios pongo por testigo, a modo de Escarlata O’Hara, que no fue esta mi intención cuando me embarqué en este proyecto. Pero visto lo visto, he decidido dejarme llevar, como un bañista cualquiera sobre las olas del mar.
¡Olas y nostalgia!, bonita combinación, y a mí me viene perfecta en este caso ¿Quién de mi generación no recuerda “la ola de erotismo que nos invadió”?
Con esta apocalíptica frase, pero en presente, las mentes bien pensantes de la España post-franquista, fustigaban las conciencias de todos aquellos ciudadanos de a pié, que, repentinamente, descubrieron su pasión cinéfila, como excusa prefecta para poder ver una simple “teta”.
Todo ese erotismo desatado quedo resumido, magníficamente, en una sencilla letra, la “S”. ¡¡¡¡El morbo estaba servido!!!!
La “S” lucía en las carteleras, en tamaño bien visible, fundamentalmente, tapando algún pezón furtivo, de la “starlette” protagonista de la función, o camuflando, cualquier acto impuro que se pudiera intuir en la cartelería más osada. Los míticos pechos de “Emmanuelle”, quedaron así cruzados por un glorioso: ¡clasificada “S”!, ocultando la guinda del pastel mamario, o sea, los pezones, mientras ella, melancólica, jugaba con sus perlas en un sillón de mimbre.
Otras veces, la “S”, se plantaba, justo, en el centro del asunto, con lo que si querías ver más, te tocaba pasar por taquilla.
Con semejante provocación, a la pobre “Emmanuelle” le aparecieron más continuaciones que a James Bond o Harry Potter juntos, pero no revueltos, y se transfiguró en negra, china, india, “antivirgen”, viajó a América, al oriente o, incluso, retozó con los últimos caníbales. ¡Hasta el infinito y más allá, mientras la taquilla aguante!
Para los poco, o nada, informados espectadores de la calle, en los carteles se aclaraba, muy didácticamente, el significado de todo aquello: “S”, se podía leer, “película, que por su temática o contenido, puede herir la sensibilidad del espectador”. ¡¡De “puta madre”, esto lo tengo que ver como sea!! Si el censor de turno, con este aviso, quiso espantar al personal, lo único que consiguió fue que cada vez más y más españolitos quisiéramos ser ofendidos en nuestras sensibilidades varias y acudiéramos en masa (yo no, no podía por ser menor de edad) a ver unos bodrios infumables, a la par que aburridos, pero que por lo menos, tenían la ofensiva “S” como reclamo.
Para echar más leña al fuego, las fotos que se exhibían en la puerta de los cines, con las escenas más escabrosas de la película, quedaban también marcadas por unas rayas negras, que ocultaban lo mejor del tema. ¡Genios de la mercadotecnia! ¡¡Eso había que verlo!!, pero sin las rayas negras. Más dinero en la taquillas . . . y más almas en pecado.
Con tanto aperturismo moral, se perdió por el camino parte de la creatividad que generan las prohibiciones, ya no había que cruzar la frontera y viajar hasta Perpiñán para ver cine del bueno, y los distribuidores, aparcaron la sutileza de los primeros títulos, emblemáticos, de la caspa hispánica, tipo, “Lo Verde Empieza en los Pirineos” o “Aunque la Hormona se Vista de Seda…”, para dar pasó a los más directos, “No me Toques el Pito que me Irrito”, “Sueca Bisexual busca Semental” o, la joya de la corona, “El Fontanero, Su Mujer, y Otras Cosas de Meter”, película vista por muy poca gente, pero que siempre sale a colación cuando se juega a adivinar títulos de películas por señas.
A mí, la que me apetecía ver, de verdad, era una cosa titulada “Historia de O”. ¡La obra maestra del sadomasoquismo!, pregonaba la publicidad. Yo no sabía que era eso del sadomasoquismo, pero sonaba muy fuerte, tenía que ser algo malo. Por edad no pude entrar a verla, aunque en mi pueblo, la mayoría de las veces, en la taquilla hacían la vista gorda y te colocaban la entrada sin ponerte ninguna pega. “La pela es la pela”, debían pensar. Yo, en aquel entonces, todavía era un niño bueno de Colegio de los Jesuitas y cumplía con lo establecido, luego, no fui.
Con el tiempo, me he visto todas esas películas, que en su momento no pude ver, morbo finiquitado, y he comprendido que la “S”, venía de “sopor”. ¡Que malas eran las condenadas!
Finalmente, la emblemática y casi inocente “S”, sucumbió con la llegada a España de otra letra, mucho más rotunda y contundente, la “X”, tras el triunfo de los “socialistas” en las elecciones de 1982.
¡¡Definitivamente, estos “rojos” eran, todos, unos “degenerados”, todos ellos!!
La “X” vino para quedarse y se quedó, ahora ya, somos todos unos "degenerados”, … lo que hemos dejado de ser es unos “rojos”, ni siquiera los “socialistas”.
¡¡¡¡Que lástima!!!!
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