“¡Maniáticos, lo habéis destruido todo!”… gritaba Charlton Heston frente a una semienterrada Estatua de la Libertad en uno de los finales más impactantes de la historia del cine. El astronauta George Taylor, su personaje, acababa de descubrir que se encontraba en su hogar, ahora dominado por los simios y con los seres humanos mudos y esclavizados.
Tras una pesadilla de dos horas, todos, descubrimos, atónitos, junto con Taylor, que nos encontramos en el mundo al revés. Profética resultó esta cinta de ciencia-ficción, con más ciencia que ficción, en vista de cómo están las cosas por nuestro adorado planeta Tierra.
Pero vayamos por partes: La historia comienza cuando cuatro astronautas regresan a La Tierra tras un viaje de lo más complicado. La única mujer de la expedición ha muerto, ya se sabe que en este tipo de historias las mujeres, sobradamente preparadas, son prescindibles. Tras pasar por todo tipo de calamidades, los supervivientes descubren que se encuentra en un planeta extraño, donde la raza dominante son unos simios parlantes y dictatoriales que odian a los humanos, mudos y sumisos, a los que quieren exterminar. Tras luchar contra la sinrazón y el desprecio de los despóticos simios, Taylor, el único astronauta que queda con vida, logra huir a caballo, con la jamona de turno como nueva compañera, que al no hablar no le da problemas, para descubrir, dramáticamente, que se encontraba en La Tierra desde el principio.
El film, protagonizado por un maduro y exhibicionista Charlton Heston, en lo que sería su último gran clásico, antes de meterse de lleno en todo tipo de epopeyas catastrofistas tan de los setenta, para acabar presidiendo la “carca” Asociación Nacional del Rifle Americano, es un verdadero prodigio de la anticipación y la sutileza.
Los humanos permanecen mudos ante la pérdida de derechos y libertades, en una sociedad que ha cambiado radicalmente y donde los roles están invertidos, ¿les suena el argumento?
El momento cumbre de tan rocambolesca historia es el juicio, inquisitorial, donde Taylor es interrogado por un grupo de simios legisladores que conocen, de sobra, la sentencia condenatoria de antemano. En realidad, no quieren ver, ni oír, ni hablar de nada, simplemente eliminar al elemento que les molesta.
Tras una pesadilla de dos horas, todos, descubrimos, atónitos, junto con Taylor, que nos encontramos en el mundo al revés. Profética resultó esta cinta de ciencia-ficción, con más ciencia que ficción, en vista de cómo están las cosas por nuestro adorado planeta Tierra.
Pero vayamos por partes: La historia comienza cuando cuatro astronautas regresan a La Tierra tras un viaje de lo más complicado. La única mujer de la expedición ha muerto, ya se sabe que en este tipo de historias las mujeres, sobradamente preparadas, son prescindibles. Tras pasar por todo tipo de calamidades, los supervivientes descubren que se encuentra en un planeta extraño, donde la raza dominante son unos simios parlantes y dictatoriales que odian a los humanos, mudos y sumisos, a los que quieren exterminar. Tras luchar contra la sinrazón y el desprecio de los despóticos simios, Taylor, el único astronauta que queda con vida, logra huir a caballo, con la jamona de turno como nueva compañera, que al no hablar no le da problemas, para descubrir, dramáticamente, que se encontraba en La Tierra desde el principio.
El film, protagonizado por un maduro y exhibicionista Charlton Heston, en lo que sería su último gran clásico, antes de meterse de lleno en todo tipo de epopeyas catastrofistas tan de los setenta, para acabar presidiendo la “carca” Asociación Nacional del Rifle Americano, es un verdadero prodigio de la anticipación y la sutileza.
Los humanos permanecen mudos ante la pérdida de derechos y libertades, en una sociedad que ha cambiado radicalmente y donde los roles están invertidos, ¿les suena el argumento?
El momento cumbre de tan rocambolesca historia es el juicio, inquisitorial, donde Taylor es interrogado por un grupo de simios legisladores que conocen, de sobra, la sentencia condenatoria de antemano. En realidad, no quieren ver, ni oír, ni hablar de nada, simplemente eliminar al elemento que les molesta.
Heston aprovecha la ocasión para enseñarnos el trasero, lo cual se agradece, el hombre desnudo frente al poder, aunque yo prefiero verlo como una muestra de lo que es la justicia cuando no es justicia, ¡un culo!
Previamente nuestro protagonista había sido detenido en las calles de una aldea, sospechosamente parecida al Parque Güell, al grito de: “¡¡Quita tus sucias patas de encima, mono asqueroso!!… ¡esa lengua, Charlton!
Previamente nuestro protagonista había sido detenido en las calles de una aldea, sospechosamente parecida al Parque Güell, al grito de: “¡¡Quita tus sucias patas de encima, mono asqueroso!!… ¡esa lengua, Charlton!
Quizá, si los monos hubiesen ido vestidos con trajes de Milano, a nuestro héroe no le hubiese parecido que iban tan cochinos.
Y yo, como tantos otros, me encuentro viviendo, en estos momentos, como Taylor: no soy astronauta, pero mi cabeza está en la Luna, porque es tan feo lo que se nos está viniendo encima, que mejor pensar en el espacio exterior que en nuestras miserias cotidianas.
Esperemos que el final de estos tiempos, extraños, que estamos contemplando, en primera persona, diste mucho de la apocalíptica estampa, fílmica, de nuestras simbólicas libertades enterradas y destruidas en una playa perdida, más allá de la Zona Prohibida.
Y yo, como tantos otros, me encuentro viviendo, en estos momentos, como Taylor: no soy astronauta, pero mi cabeza está en la Luna, porque es tan feo lo que se nos está viniendo encima, que mejor pensar en el espacio exterior que en nuestras miserias cotidianas.
Esperemos que el final de estos tiempos, extraños, que estamos contemplando, en primera persona, diste mucho de la apocalíptica estampa, fílmica, de nuestras simbólicas libertades enterradas y destruidas en una playa perdida, más allá de la Zona Prohibida.
Ok. critica acida, comprendo tu malestar social
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