Rostro de estrella de cine, cuerpo de super-modelo y una voz potente y angelical a partes iguales, fueron los contundentes argumentos que convirtieron a Whitney Houston en una diva de la música sin discusión. Si a eso añadimos el apoyo de una poderosa multinacional discográfica y un repertorio musical fabricado a la medida de sus facultades vocales, con un inteligente y marcado sentido comercial, el cocktail es explosivo.
Su presentación pública se produjo en 1985 cuando cantaba aquello de How will I know?, que por aquí sonaba parecido a “abuela no”, que decía mi padre, y rápidamente se convirtió en la única cantante capaz de hacer sombra a la Madonna de finales de los 80.
La sucesión de éxitos fue imparable hasta 1992: Greatest Love at All, Saving All my Love for You, So Emocional, y así, hasta siete Nºs 1. La llegada de la película El Guardaespaldas y su tema principal I Will Allways Love You, la canción más vendida de la historia, por una mujer, marcan el punto más alto de su fama y prestigio.
A partir de ahí el declive es lento pero inexorable. Un turbulento matrimonio con el rapero Bobby Brown y su adicción a las drogas la hunden prematuramente.
Tras su divorcio intenta resurgir de sus cenizas sin demasiada fortuna, hasta que la madrugada del 11 de febrero de 2012 es hallada muerta en la bañera de una suite del Hotel Beberly Hills de Los Ángeles.
Este triste y temprano final sacude, de forma inesperada, a sus miles de seguidores en todo el mundo, entre los que me incluyo, y deja paso a su canonización artística como una trágica leyenda más del mundo del espectáculo.
En sus momentos de gloria, Whitney se convirtió en el patrón por el que se medía a una cantante, cantar como Whitney Houston fue sinónimo de “cantar como Dios”, lo mismo que anteriormente había sido Barbra Streisand, y su inconfundible estilo que mezclaba del soul de Aretha Franklin, el terciopelo de Ella Fitzllerald y el gancho comercial de Donna Summer, marco la pauta a seguir por alumnas aventajadas como Mariah Carey, Celine Dion o Beyonce, todas ellas, pálidos reflejos de su maestra.
Yo tuve la suerte de verla en directo dos veces: en la Plaza de Toros de Las Ventas y en el Palacio de los Deportes, en Madrid, cuando estaba en el cenit de su carrera y en plenitud de facultades físicas. Y sí, era un portento, doy fe de ello.
Podría gustar, más o menos su repertorio, que ciertamente, era discutible, en el escenario podía resultar algo sosita, a veces, sí; pero, indudablemente, poseía esa cualidad especial que solo tienen las grandes de verdad. Es lo que yo llamo el “esto es”: algo único y genuino que hace que te distingas de los demás y de lo habitual. Y es que, en un momento dado, cuando aparecía el “toque Houston”, con sus giros vocales, tan característicos, o esas notas altas que lanzaba con la garganta abierta, como solo ella sabía hacer, hacía que solo por eso, mereciera la pena todo lo demás. Los que buscan distinción, saben a qué me refiero.
Mi mejor momento con la “diva” lo pasé en la mili, cuando, en plenas maniobras militares en el Coto de Doñana, acribillado a picotazos de los mosquitos “caníbales” que por allí pululan, bailábamos desatados I Wanna Dance With Somedody, mi amigo Manolo y yo, entre los platos, las cazuelas y los manteles de la taberna de oficiales, para evadirnos de la “mierda” que nos rodeaba.
Solo por esos buenos momentos de placer: ¡¡Gracias Whitney, te echaré de menos!!
Su presentación pública se produjo en 1985 cuando cantaba aquello de How will I know?, que por aquí sonaba parecido a “abuela no”, que decía mi padre, y rápidamente se convirtió en la única cantante capaz de hacer sombra a la Madonna de finales de los 80.
La sucesión de éxitos fue imparable hasta 1992: Greatest Love at All, Saving All my Love for You, So Emocional, y así, hasta siete Nºs 1. La llegada de la película El Guardaespaldas y su tema principal I Will Allways Love You, la canción más vendida de la historia, por una mujer, marcan el punto más alto de su fama y prestigio.
A partir de ahí el declive es lento pero inexorable. Un turbulento matrimonio con el rapero Bobby Brown y su adicción a las drogas la hunden prematuramente.
Tras su divorcio intenta resurgir de sus cenizas sin demasiada fortuna, hasta que la madrugada del 11 de febrero de 2012 es hallada muerta en la bañera de una suite del Hotel Beberly Hills de Los Ángeles.
Este triste y temprano final sacude, de forma inesperada, a sus miles de seguidores en todo el mundo, entre los que me incluyo, y deja paso a su canonización artística como una trágica leyenda más del mundo del espectáculo.
En sus momentos de gloria, Whitney se convirtió en el patrón por el que se medía a una cantante, cantar como Whitney Houston fue sinónimo de “cantar como Dios”, lo mismo que anteriormente había sido Barbra Streisand, y su inconfundible estilo que mezclaba del soul de Aretha Franklin, el terciopelo de Ella Fitzllerald y el gancho comercial de Donna Summer, marco la pauta a seguir por alumnas aventajadas como Mariah Carey, Celine Dion o Beyonce, todas ellas, pálidos reflejos de su maestra.
Yo tuve la suerte de verla en directo dos veces: en la Plaza de Toros de Las Ventas y en el Palacio de los Deportes, en Madrid, cuando estaba en el cenit de su carrera y en plenitud de facultades físicas. Y sí, era un portento, doy fe de ello.
Podría gustar, más o menos su repertorio, que ciertamente, era discutible, en el escenario podía resultar algo sosita, a veces, sí; pero, indudablemente, poseía esa cualidad especial que solo tienen las grandes de verdad. Es lo que yo llamo el “esto es”: algo único y genuino que hace que te distingas de los demás y de lo habitual. Y es que, en un momento dado, cuando aparecía el “toque Houston”, con sus giros vocales, tan característicos, o esas notas altas que lanzaba con la garganta abierta, como solo ella sabía hacer, hacía que solo por eso, mereciera la pena todo lo demás. Los que buscan distinción, saben a qué me refiero.
Mi mejor momento con la “diva” lo pasé en la mili, cuando, en plenas maniobras militares en el Coto de Doñana, acribillado a picotazos de los mosquitos “caníbales” que por allí pululan, bailábamos desatados I Wanna Dance With Somedody, mi amigo Manolo y yo, entre los platos, las cazuelas y los manteles de la taberna de oficiales, para evadirnos de la “mierda” que nos rodeaba.
Solo por esos buenos momentos de placer: ¡¡Gracias Whitney, te echaré de menos!!
Una mala noticia sin duda. Perdemos otra espectacular voz en poco tiempo.
ResponderEliminarI will always love you
Yo me quedo con el recuerdo de aquel ángel de voz maravillosa que marcó dos momentos en mi vida...aún me parece mentira que haya fallecido tan joven..Nunca te olvidaremos!!
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