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martes, 3 de enero de 2012

¡¡¡APRECA!!!



         Un año más, ha pasado la Navidad y en plena resaca post-navideña con, todavía, los Reyes y las Rebajas pendientes y por delante, me encuentro sumido en plena reflexión, cuan jornada pre-electoral cualquiera, para darme cuenta, como siempre, que en estos días tan alumbrados y bulliciosos, como siempre, no he tenido tiempo para nada, como siempre, a pesar de haberme reservado, como siempre, unas breves vacaciones y de haber hecho, previamente, un extraordinariamente bien detallado y magnifico “planin” de actividades diversas; todas ellas lúdicas, educativas, edificantes y entretenidas. Finalmente compras, familia y, sobre todo, comidas de la más diversa índole han ocupado mi  bien estructurado tiempo, para observar con entera decepción que en la semana que va del 24 de diciembre al 1 de enero del año posterior, no he hecho nada de lo tenía tan bien planificado y, además, mi peso a aumentado dos kilos.
        Y la pregunta que flota en el aire es la de “siempre”… ¿por qué?
        Adelanto, para los más susceptibles, que a mí me gustan las Navidades, o sea, que no soy de esos resentidos que odian tan señaladas fechas. No, no, a mí me gustan. Tantas luces horteras por las calles de nuestras ciudades, a pesar de las crisis y los recortes, tantos arrebatos de buenos deseos y mejores intenciones, tantas colas en Doña Manolita, y tanta gente desatada, en plan, compremos toda clase de tonterías que no sirven para nada, pero comprémoslas, que para el año que viene volveremos a comprar lo mismo, ya que no tuve la previsión, ni la intención, de guardarlo aunque "el año que viene será lo mismo".
         Porque, ¿en qué otras fechas puedes ver por la calle a tantas gentes con cuernos de reno sobre sus cabezas?, ¿en que otro momento puedes disfrutar  con cientos de familias, enteras, con pelucas sintéticas, cada cual más fea, sobre sus orgullosas testas? Sí amigos, sí, las Navidades traen consigo una pérdida patológica de pudor colectivo. Yo quiero que todo el año sea Navidad.
         Para ir abriendo boca, intuimos que la Navidad se acerca cuando se empiezan a convocar las tan tradicionales comidas con compañeros y ex-compañeros laborales. Tras una clavada monumental el tan característico banquete se alargará hasta altas horas, para comprobar que ese jefe tan serio que tienes, en realidad, es un colega de “puta madre”, amén de un alcohólico en potencia y un salido. Pero, bueno, un día es un día.
         El pistoletazo de salida, definitivo, viene dado por los cánticos de los niños y niñas del Colegio de San Ildefonso, cuando comprobamos que la corazonada que teníamos de que este año iba a caer algo en la Lotería, no estuvo acertada, y que, además, a pesar de que han estado toda la mañana diciendo números, no han dicho ninguno de los que tú llevas, y que el gordo, “nunca” acaba como tu décimo. Bueno, al menos tenemos salud.
           Y, ya, a dos días de la Nochebuena con todo perfectamente pactado y planificado, nos metemos en faena.
          La comida de Navidad y, más aun, la cena de Nochebuena, traen consigo un despliegue de actividades negociadoras y diplomáticas entre la familia propia y la familia política, de la mayoría de los mortales que cometemos el flagrante error de vivir en pareja, que ya la quisieran para sí nuestros representantes políticos más avispados.
         Si comemos aquí, cenamos allá. ¿Pero, cómo, que se apuntan también éstos? Pues tan estos son estos como estos otros, que me dijo el otro día una compañera.
         Con lo a gusto que se cena solo y ligero o, en su defecto, como todos los días.
         Compras, compras y más compras, en un furibundo arrebato de consumismo masivo, es lo que se hace, básicamente, en los tradicionales paseos por la Puerta del Sol madrileña y sus aledaños, con paradas obligatorias en mamarrachadas tipo Cortilandia, que cada año está más pobretona y fea, o en esa especie de Árbol de Navidad, diseño Ágata Ruiz de la Prada, que han plantado en el centro de nuestra más característica plaza. La gente lo fotografía, compulsivamente, por dentro y por fuera… ya tenemos nueva tradición. Esa especie de “cono indescriptible” hace echar de menos las talas masivas de abetos de toda la vida, y eso que “yo” soy ecologista. Aunque, la guinda y colmo del exotismo en decoración navideña, son los crípticos luminosos con los que nos saludan, de unos años a esta parte, en las muy céntricas y comerciales arterias que rodean la Puerta de Sol. Unos “muy” enigmáticos “APRECA”, se leen en todas las entradas y salidas de estas calles, deprimentemente decoradas, por otra parte. “Feliz Navidad” en algún idioma extraterrestre, sin duda… ¡la invasión es inminente!
          Como se acerca la salida del Año Viejo y entrada del Año Nuevo, hay que prepararse para lo peor. La noche del 31 de diciembre, divertirse es obligado, que si no vas listo.
          Tras cumplir con la, insólita, ceremonia de “atrangantarse” con doce uvas, llevando algo de oro, ropa interior roja y brindar con cava, aunque no te guste, empieza la obligada juerga nocturna o el visionado de unos especiales televisivos que desafortunadamente... ¡¡ya no son lo que eran!!. Todo hay que decirlo.
          El inexorable paso del tiempo trae consigo traumáticos cambios de usos y costumbres. Y así, se producen evoluciones tan impredecibles como inevitables. De pronto, Raphael desaparece de la parrilla televisiva y es sustituido por un, más juvenil, David Bisbal, trauma que está al mismo nivel que los trasvases de Ana Obregón por Anne Igartiburu o Ramón García por José Mota. Esto es como las nuevas tecnologías, todo va a una velocidad de vértigo.
           Yo escribo estas líneas tras haber pasado otra “inolvidable” noche de Fin de Año, de baile, uvas y cava, como siempre. Así que siendo tradicional, como soy, os deseo a todos un ¡¡¡MUY FELIZ 2012!!!...  y muchas entradas en mi blog.
           Nota: el otro día descubrí que “APRECA” significa Asociación de Comerciantes de Preciados y Carmen. La invasión extraterrestre queda, de momento, descartada.
           ¡¡Con las ganas que tenía!!





2 comentarios:

  1. ¡Ay, la Navidad! A mi también me gusta, y al igual que a la mayoría de los mortales, se me escapa de las manos. Buena comparación la del árbol navideño de la city con "un Agatha Ruiz de la Prada". Mis mejores deseos para ti en este recién estrenado 2012.

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  2. Me encanta tu descripción de tus navidades y de la mayoría de los mortales ,pero para gustarte tanto noto un pelín de suspicacia en tu relato...
    Cambiando de tema me gusta tu blog ,no así las navidades ,sigue escribiendo ,besitos.

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